lunes, 3 de diciembre de 2007

LECTORAS CON ARTE... DICIEMBRE. Hooper

Como sé que hay alguna blogera (y no señalo a nadie) que tiene algo que contarnos sobre el viaje de una mujer en un tren, y que ya tiene su internet en casa, le pongo este cuadro para picarla. Ya sé que me he adelantado un poco al mes... pero no quería esperar más.

Es, nuevamente de EDWARD HOOPER, (Nyack 1882-New York 1967) y se llama "El compartimento del tren", y está pintado en 1938.

Para culturizaros un poco os diré algunas cosillas sobre Hooper:
La obra de este pintor estadounidense marcó un hito en la historia del realismo americano, al plasmar en su arte esa sensibilidad particular del siglo XX en Estados Unidos, que se caracteriza por el aislamiento, la soledad y la melancolía. Sigue una línea realista y algunas características que mantendría durante toda su carrera artística: composición basada en formas geométricas grandes y sencillas, áreas de color planas y utilización de elementos arquitectónicos para introducir en sus escenas fuertes líneas verticales, horizontales y diagonales. El espíritu que marcaba el tema esencial de su obra era nuevo, expresaba una atmósfera de aislamiento total y de soledad casi sobrecogedora. Trabajó en ese estilo toda su vida, refinándolo y perfeccionándolo, sin abandonar jamás sus principios básicos. La mayoría de las obras tienen como escenario el estado de Nueva York o Nueva Inglaterra, tanto los paisajes naturales como los urbanos son sencillos e íntimos, calles desiertas, teatros medio vacíos, estaciones de gasolina, vías de ferrocarril, hoteles. Aunque su obra se mantuvo al margen de las principales corrientes abstractas del siglo XX, su estilo simple y esquemático fue uno de los que influyó en la vuelta al arte figurativo posterior y en el Pop Art.

Podéis ver más obra suya, en un montaje espectacular

4 comentarios:

Anónimo dijo...

. El tren es mi paréntesis vital. En su vagón puedo ser y no ser infinidad de mujeres durante los atardeceres en los que viajo, inventar papeles teatrales, leer, hacerme interesante, reestrenarla desenvoltura adormecida por lo cotidiano...
A veces me fijo en personas. Juego conmigo misma a imaginar las razones que las trasladan,
y a lo largo de la tarde enhebrada por raíles, los escudriño de cuando en vez,
para confirmar las tesis que me han ido inspirando sus atuendos, sus equipajes, sus movimientos, sus recados, sus paseos, su breve ir y venir de pasillo exiguo. Sólo al llegar encontraré la respuesta en los andenes de destino y sabré si premiarme con la autocomplacencia de una provinciana que se las sabe casi todas...
Se me hacen demasiado cortos mis viajes.

Cristina dijo...

“Ha muerto”, me dijo el teléfono, y tuve que hacer un esfuerzo por recordar su cara. Él sólo era para mí un tiempo definitivamente perdido.

En este mismo tren escapé de una vida en la que sobraba. No dejé ni una nota, porque no fui capaz de encontrar las palabras que reflejaran todo el aburrimiento que sentía. Los kilómetros que nos iban separando desdibujaban su imagen, haciéndola más y más borrosa. Cuando bajé del tren pude por fin respirar.

Hoy me han entregado en su entierro la caja que había guardado para mi. La he abierto en el mismo tren que me ayudó a olvidarlo, y entre nuestras descoloridas fotos he encontrado unos cuadernos de pastas azules, en los fue anotando mi ausencia día a día, registrando todos los minutos que pasó añorándome, y con mi nombre escrito en cada página.

Después de tanto tiempo he vuelto a sentir cómo me faltaba el aire, y al abrir la ventanilla he descubierto un cielo gris plomizo y turbio como él, pesando sobre el horizonte como si quisiera aplastarlo.

Una a una he ido arrancando las páginas y he disfrutado al ver cómo sus palabras disfrutaban por fin del aire que les había sido negado, y las he visto alejarse, jugando, bailando, subiendo y bajando al ritmo del viento, hasta perderse en la oscuridad. He sentido que volaba con ellas, y por fin me he dado cuenta de que su tristeza me perseguía aunque yo no recordara su cara.

Pilar dijo...

Sombrero negro calado hasta los ojos.Vestido insinuante de un cuerpo generoso y maduro.Medias de cristal que desvían miradas. Y entre las manos, un guión que debe ser de nuevo repasado para que la escena salga, por fin, definitiva. El vagón, de cartón piedra. El paisaje, vacío. Ficción por poco tiempo: hasta que la pantalla se encienda y el espectador se remueva en su butaca soñando con historias jamás vividas.

rocio dijo...

El tren volvió a arrancar tras 45 minutos de parada y nos iba alejando de él. Él. Se quedaba allí, tendido al sol, y yo no sabía si boca arriba o boca abajo. Todo reanudaba su marcha con una implacable normalidad, las conversaciones, el sonido de los móviles, y los coches y las gentes transitando por las calles con la naturalidad de todos los días. Pero él seguía allí, inmóvil bajo el sol, sobre las vías del tren que involuntariamente había sido su verdugo. Sólo 45 minutos para pensar en la muerte y en el deseo de morir. (Granada-Sevilla, 1-10-07)