miércoles, 6 de febrero de 2008

SEVILLA. 1492

Supongo que será porque me quedan más genes de los que yo creía de mis antepasados los Montoto, cronistas de la ciudad y a los que todo el mundo conoce, pobres, porque en su calle está el Corteinglé, pero el libro me ha provocado una inmensa curiosidad por saber qué queda de la ciudad en la que vivió David, y me he quedado asombrada de lo mucho que nos une a pesar de los siglos transcurridos.


Creo que si teneis paciencia y os leéis este texto, que he ido seleccionando de varios sitios, con la habilidad adquirida en el "corta y pega", veréis la ciudad con otros ojos. No sólo resisten muchos nombre de calles, muchas de ellas permanecen casi como entonces, y seguro que David no se extrañaría al pasar por ellas (quizás vería extraño algunas de las antenas y cables que coronan hoy las casas)... leed y descubriréis, como yo lo he hecho, las cosas que nos unen con el protagonista de la novela.
Y se me está ocurriendo que una actividad cultural estupenda sería hacer un recorrido por esos espacios.


LA CIUDAD
El trazado callejero conservaba la fisonomía islámica, sostenida, en muchas zonas de la ciudad por la presencia de minorías étnicas -moriscos y judíos- a los que las leyes pretendieron aislar en algunas collaciones.

El deterioro de la Mezquita Mayor (Catedral) por los temporales y terremotos entre 1373 y 1394, llevó al Cabildo catedralicio al propósito en 1388 y al acuerdo firme en 1401, de levantar la catedral gótica que no se concluye hasta 1506. O sea, en la época en la que se desarrolla el libro, la Catedral está construyéndose.



En Sevilla era difícil implantar regularidad y simetría en el trazado urbano ya que carecía de plan de ordenamiento. Así pues, las calles eran estrechas, llenas de viandantes, caballerías, basuras, escombros, tenderetes, etc. Resultaba difícil transitar por las calles y plazas comerciales, llenas de puestos, tinglados y mostradores portátiles (¿habéis estado últimamente por la mañana en la calle Francos?).
Estaba dividida en 25 collaciones, cada una con su propio templo, del que tomaba generalmente el nombre, que estaba entre dos plazas, una era el lugar más concurrido, donde se celebraban las fiestas populares y se reunían los vecinos, en la otra, la parte trasera de la Iglesia, estaba el cementerio. La mayoría de estos cementerios fueron luego convertidos en plazas, y señaladas por respeto con una cruz de piedra en el ángulo exterior de la Iglesia, todavía se conservan muchas de ellas. Ésta es la razón por la que la mayoría de nuestras Iglesias están entre dos plazas. Parece que cada collación tenía su hospital propio, instituído a modo de cofradía y origen de muchas de las que hoy desfilan en Semana Santa.

Es decir, cada collación tenía su vida propia y un representante en el Ayuntamiento, era una pequeña ciudad y Sevilla como una federación de todas ellas. Sólo una, San Jorge, estaba en la margen derecha del Guadalquivir, las demás estaban intramuros, 14 siguiendo la muralla, 9 en un círculo más inferior y una en el centro de todas ellas, San Andrés, por lo que colocaron en una de sus calles un mármol en forma de concha, llamado "La Venera" que era considerado el centro geométrico de la ciudad (en José Gestoso esquina con Misericordia).

La limpieza de la ciudad dejaba mucho que desear (en eso tampoco hemos cambiado mucho...). La gente acostumbraba a arrojar a la calle los desperdicios, los restos de materiales de construcción, aguas sucias, etc. Los bandos del municipio prohibiendo tirar a la vía pública animales muertos, estiércol y aguas, o escombros y despojos junto a la muralla y el Arenal se suceden a lo largo del siglo casi con el mismo ritmo que las peticiones de los vecinos y el arreglo de los baches cuando se acercaban las fiestas. En el Arenal se levantaba el Monte del Malbaratillo, formado por las basuras e inmundicias que allí arrojaban desde tiempos remotos los vecinos aledaños.


LA MURALLA DE SEVILLA
Los límites los establecía la muralla, obra almorávide y almohade, que cerraba la ciudad a lo largo de unos 6 kilómetros. Y exterior a ella, sus dos ríos: el Guadalquivir por el oeste y el arroyo Tagarete por el este y sur; éste último ya no puede verse pues fue cubierto y desviado.

La muralla, hecha de cal, arena y guijarros, tenía su barbacana (muro anterior más bajo), separada por un foso de unos tres metros de ancho (aún puede verse perfectamente por la Macarena). Tenía entre 166 a 200 torres y casi una docena de puertas más tres o cuatro postigos. De todas las torres, la mayor y más galana era la Torre del Oro, una torre albarrana (fuera de la línea de muralla) que permitía defender el río y el acceso al puerto.

Las puertas eran:

1/ Bab al-Qatai o Puerta de la Escuadra que más tarde se llamaría Azacanes, Puerta del Oro y Postigo de Carbón, y que estaba en la calle Santander.

2/ Postigo del Aceite conservado según las reformas realizadas en 1572, junto al edificio de Correos; Era conocido así por ser el lugar por donde entraba el aceite (ver foto).

3/ Bab al-Ramla o Puerta del Arenal, en la esquina de la calle Adriano con la calle García de Vinuesa

4/ Bab Tiryana o Puerta de Triana, estaba en la calle Reyes Católicos, a la altura de la calle Santas Patronas en la confluencia de varias calles importantes de la ciudad. Su origen es almohade, era la única puerta de las murallas con tres arcos. En 1585 se reconstruyó en estilo renacentista. Fue derribada en 1868 pero su emplazamiento todavía se puede localizar en el pavimento por un tono de color distinto del acerado.

5/ Bab al-Kuhl o Puerta del Alcohol, luego llamada de Goles por deformación popular del nombre de Hércules, y por fin Puerta Real desde que entrara por ella Felipe II. Estaba en la esquina de la calle Goles con la calle Alfonso XII, y aún conserva un paño.

6/ Postigo de San Antonio, se hallaba a espaldas del convento de San Antonio de Padua (Calle San Vicente)

7/ Puerta de San Juan, también llamada del Ingenio por una máquina que estuvo allí para resistir los embates del río. Estaba en la calle Guadalquivir, entre la calle San Vicente y Torneo

8/ Bib Ragel o bib Arragel quizás provenga de bab al-Rayyal o Puerta de los Peones, pero más tarde se la llamaría de la Barqueta por la que cruzaba a la otra orilla, y también Puerta de la Almenilla por su coronación almenada. Se hallaba en la calle Calatrava, en la plazoleta del Blanquillo

9/ Postigo de la Feria o de la Basura por donde se sacaba el estiercol, al final de la calle Feria, esquina con la calle Bécquer

10/ Bab Maqarana o Puerta de la Macarena tan restaurada que no recuerda a la original

11/ Bab al-Hadid o Puerta de Hierro por estar forrada de chapas claveteadas pero los almohades ya la conocían por bab Qurtuba o Puerta de Córdoba (frente a la Iglesia de los Capuchinos, ver foto)

12/ Puerta del Sol no documentada en época árabe. Estaba al final de la Calle Sol, frente a la Trinidad. Su nombre proviene del sol que tenía grabado en piedra sobre el dintel.
13/ Bab al-maqbara o al-maqabir que se puede traducir por Puerta del Cementerio o Puerta Osario (en la plaza del mismo nombre)

14/ Bab Qarmuna o Puerta de Carmona, situada en la esquina de San Esteban con Menéndez y Pelayo. Unido a esta puerta se encontraba el acueducto conocido como Caños de Carmona. Derribada en 1868.

15/ Bab Yahwar, o bib Johar, o Minjoar que se puede traducir por Puerta de la Carne, (ver grabado) en la calle Menéndez y Pelayo a la altura de la calle Santa María la Blanca

16/ Puerta de Jerez, situada al final de la Avenida de la Constitución, en dirección al río.

17/ Puerta de San Fernando, se encontraba en la calle del mismo nombre, a la altura de la Fábrica de Tabacos.
Además habría que añadir el Postigo del Jabón mediada la calle Tintes, el postigo del Alcázar en los Jardines Murillo, y la Puerta Nueva de construcción posterior.

Las puertas se abrían a la salida del sol y durante el día permanecían abiertas, pues muchos trabajaban fuera de la ciudad en los campos de labor inmediatos, en los molinos, las viñas y las huertas que abastecían Sevilla, como la del Rey o las próximas a la Macarena, en los barrios portuarios como Triana, en los conventos extramuros como los de la Trinidad, San Bernardo o San Jerónimo, o en hospitales como el de la Sangre o el San Lázaro.


LA POBLACIÓN
Las parroquias que acogían a un mayor número de vecinos eran, por orden descendente, Santa María o Sagrario, por estar en el centro religioso, político y económico; El Salvador, Santa Ana (Triana: marineros, artesanos y hortelanos), Omnium Sanctorum (artesanos), la Magdalena (mercaderes y marineros), San Vicente (marineros, artesanos y nobles) y San Lorenzo. La parroquia de San Vicente es la que experimenta a lo largo del siglo un mayor crecimiento, quizás por su buena situación, a orillas del río, no muy lejos del centro oficial de la ciudad y con terrenos para levantar nuevas edificaciones; allí se concentra buena parte de la nobleza sevillana. Otras parroquias registran, por el contrario, un escaso número de vecinos, como las de San Bernardo, San Roque, San Ildefonso o San Román. La mayor parte de ellas estaban situadas en zonas más pobres y con una elevada población flotante.

Normalmente, los artesanos se agrupaban por calles que tomaban su nombre precisamente de la actividad que en ella se desarrollaba: Boteros, Cerrajería, Curtidurías, Chapineros, Chicarreros (fabricantes de calzado para niños), Zurradores... Muchas de esas calles aún conservan ese nombre.


EL COMERCIO
El trigo y el vino entraban por las puertas de Triana, Macarena y Carmona y se almacenaban en la Alhóndiga del Pan (calle Alhóndiga), reedificada a principios del XVI en su antiguo emplazamiento de Santa Catalina, o en los mesones del vino de la calle "Odrería" (Calle Boteros).

La Alhóndiga de la Sal traída de Cádiz, estaba desde fines del siglo XIV junto a la Puerta de El Arenal.

El aceite entraba por el postigo de su nombre para pagar los diezmos y almacenarse muy cerca.
Los hortelanos, que vivían en el norte y en Triana, vendían sus productos en la plaza de Arriba (San Isidoro y Luchana), mientras los regatones (que compraban para vender al por menor) se concentraban en la plaza del Pan o en la de El Salvador.

Los pescadores vivían en el Barrio de la Mar (Triana), La Magdalena, San Lorenzo, Omnium Santorum, y San Vicente. Tenían sus pescaderías en El Arenal, en El Salvador, y en Puerta de Triana, al final del siglo XV en la plaza de San Francisco, y al poco también en las Atarazanas.

Los cazadores vivían en la "calle de la Caza" en San Isidoro. El matadero se construye extramuros de la Puerta de Minjoar o de la Carne, al tiempo que se instala una carnicería en El Salvador junto a la pescadería.

Había cordonerías en El Salvador y en San Vicente, esparterías en San Ildefonso y Santa Catalina. La piel se trabajaba en San Miguel y San Andrés, pero el calzado se vendía en San Martín.

Hubo una calle de la Calería en San Esteban muy cerca de sus hornos en Santa Justa; caldereros en San Lorenzo, cuchilleros y cerrajeros en El Salvador, plateros, candeleros, e impresores desde 1473-74.

A través del corazón de la ciudad, su puerto, los burgaleses exportaban lana, mientras que los genoveses, que trafican con Southampton o Brujas, traen en "naves gruesas" hojas de espada, papel, azúcar de caña, y tintes. Los venecianos y florentinos usaban galeras pero, al igual que placentinos y milaneses, no prosperaron aquí. Muchos extranjeros y conversos eran prestamistas y cambistas. Del norte de España se importaba en "cocas" hierro vasco y armas. La piedra viene de la sierra, el Puerto de Santa María, o Galicia. Los robles se talan en Constantina, y los pinos bajan desde las sierras de Beas y Segura. Los barqueros se dedican al tráfico con Córdoba y Sanlúcar de Barrameda.

Los arrieros se estacionaban en la plaza de San Francisco, y los carreteros con sus bueyes en El Arenal.

Había un mercado de la calle "Ropavieja" (Álvarez Quintero), la alcaicería de la seda, la alcaidería de la loza, y el mercadillo de especieros (calle Herbolarios).

Alfonso X concede en 1254 dos ferias francas: la "feria" en la calle del mismo nombre, y la de San Miguel (27 de septiembre); también se celebraba el 15 de agosto la feria de la Asunción (desaparecida en 1432) en el Patio de los Naranjos vigilada por el almotacén, y por los alamines de la sal y la harina. Los baños públicos se abandonan excepto los de la Reina Juana anejos a San Ildefonso, y los de San Juan de la Palma.

LA PROSTITUCIÓN
Se hallaba muy extendida, sobre todo en los alrededores del puerto y en determinados barrios de la ciudad, a extramuros. La política era de tolerancia pero de concentración en lugares concretos, las llamadas mancebías, que se institucionalizaron para acoger y controlar a las mujeres públicas, La Mancebía de Sevilla estaba en el llamado "Compás de la Mancebía". Era un lugar bajo, que se anegaba con facilidad por su cercanía al río, por lo que se le llamó también "compás de la laguna".

Aunque el trazado urbano de esta zona de Sevilla ha sufrido importantes transformaciones desde los tiempos de la Mancebía hasta hoy, podríamos reconstruir el trazado casi exacto del recinto a partir de los datos fragmentarios que se poseen.

Por el lado del río, el límite oficial lo ponía el trazado de la Muralla que, desde la actual confluencia de las calles Almansa y Santas Patronas, discurría trazando un ángulo por detrás de la calle Santas Patronas, llegando hasta la calle de la Mar (García de Vinuesa). En algún punto hacia la mitad del trazado de esta calle se ubicaba una puerta secundaria del recinto, que comunicaba con el Arenal y el río, puerta o postigo -donde luego se alzó la Hermandad del Baratillo, en la calle Adriano- que fue objeto de continuos cuidados por parte de las autoridades municipales, ya que a través de ella se hacían fáciles el acceso o la huida de los rufianes y de las mismas rameras. Hacia la ciudad contaba con otra puerta denominada "el golpe" donde había un portero "guardacoimas" o "guardapostigo". Desde aquí, una tapia especialmente construida al efecto cercaba la casa pública. La tapia subía desde la desembocadura de Castelar en García de Vinuesa (calle de la Mar), discurriendo por la calle Harinas. A diferencia de la actualidad, la calle de la Mar no se comunicaba con la calle Castelar. De hecho, hasta las reformas urbanísticas emprendidas en esta parcela urbana en los años cincuenta y sesenta del siglo XVIII por mano del arquitecto Molviedro, no se daría comunicación entre ambas calles. En 1760 se inicia del derribo de la tapia y las casas que posibilitó la "entrada al sitio o Barrio de la Laguna".

La mayoría de las rameras se concentraban en el Compás aunque solían trabajar en la Resolana, San Bernardo, callejón del Agua, junto al Alcázar, murallas, hoyas de Tablada y Triana, donde había menos vigilancia y más comodidad para estos entretenimientos.


LA JUDERÍA DE SEVILLA
Los judíos tenían su propio territorio dentro de la ciudad, que estaba separado por otro muro. Fue la segunda comunidad hebrea del reino, después de la toledana, con un máximo de cuatrocientas familias en los mejores momentos del siglo XIV, unas dos mil personas. También porque hubo en ella un grupo de judíos ricos, dedicados al comercio del dinero como banqueros, prestamistas y arrendadores de impuestos (almojarifes) reales y municipales.


El barrio judío de Sevilla estaba situado al lado del alcázar, sobre una superficie de 16 Hectáreas. Al desaparecer se formaron sobre él las parroquias de Santa Cruz, Santa María la Blanca, San Bartolomé Nuevo y Barrio Nuevo. Sufrió en varias ocasiones las iras populares, pero nunca con tanta violencia como en junio de 1391 cuando, enardecido por las predicaciones del arcediano Ferrán Martínez, parte del pueblo sevillano saqueó la judería practicando el robo y la violencia. Muchos judíos murieron y otros, unas setenta u ochenta familias, se convirtieron al cristianismo. La judería quedó yerma y despoblada en su mayor parte y hubo que poblar el recinto, lo que se hizo con cristianos.

En 1396 se dona parte de la judería al Canciller Pero López de Ayala o a su hija Doña Elvira, de la que tomaron su nombre el barrio, las casas, la huerta y más tarde el corral, en la actualidad llamada Plaza de Doña Elvira. Los pocos judíos que quedaban quedaron arrinconados en la zona de San Bartolomé, hasta que en 1482 los Reyes Católicos, una vez conquistada Granada, ordenan la expulsión general de los judíos andaluces, dándole cuatro meses para vender sus propiedades. Y así acabó la Aljama de Sevilla, que se incorporó a la collación de San Bartolomé y su sinagoga pasó a ser templo parroquial.

Hubo una primera judería, que se encontraba en el lado oeste de la ciudad, donde hoy se extiende la parroquia de la Magdalena y San Lorenzo, pero desapareció en beneficio de la que se mantuvo hasta el final, concentrando la intensa actividad de los hebreos sevillanos en un solo recinto.

Fernando III favoreció a los judíos de Sevilla más que en otros lugares conquistados. No sólo les concedía grandes ventajas en el fuero promulgado para la Ciudad, sino que además les otorgó absoluta libertad de culto. Su hijo, Alfonso X llegó a donar todas las mezquitas de la ciudad a la Iglesia en 1252, pero excluyó a las tres que se encontraban enclavadas en la judería sevillana, que fueron convertidas en Sinagogas. Eran tres:


1/ El actual templo de San Bartolomé del Compás, en el que todavía es posible adivinar remotos restos de la sinagoga a pesar de las múltiples reformas efectuadas a lo largo del siglo XVIII. En todo caso, la estructura general de la iglesia es típica de la función que cumplió anteriormente.

2/ La parroquia de Santa María la Blanca, muy cerca del arco de muralla que daba acceso principal a la judería. El arco se llamó en época árabe de Bab El-Chuar, la puerta de las Perlas. La iglesia, en su estado actual, tiene gótica su entrada principal, hacia la plaza de Azueyca. Fue restaurada en el siglo XIV, pero la entrada antigua, la que servía a la sinagoga, es un portoncillo con columnas de capiteles visigóticos que da a la calle de los Archeros, hacia el lado este.

3/ De la tercera queda algo más que el recuerdo, fue anteriormente mezquita y es una de las que pasaron a depender de los judíos después del año 1252. Tras la expulsión pasó a llamarse Santa Cruz de Jerusalén, y el edificio desapareció a principios del siglo XIX. Ocupaba buena parte de la plaza de Santa Cruz, por el lado que da a la plaza de la Carnicería. Se convirtió en iglesia después de las matanzas de 1391.

Aún hubo una cuarta sinagoga, hoy convento de las monjas dominicas, al fondo de la calle de San José. El convento fue fundado en 1447, pero no se ocupó hasta cuarenta años después. De la antigua estructura pueden reconocerse todavía las armaduras mudéjares del artesonado.

La judería ocupó, en líneas generales, lo que actualmente se conoce como barrio de Santa Cruz. Tenía varias puertas de acceso, una en la calle de la Borceguinería (Mateos Gago), la de la calle de San Nicolás era la principal, y acaso otra en la calle Mesón del Moro, continuando el muro por el colegio público que se encuentra allí, y por delante de un famoso teatro, el Corral de Don Juan, que hoy ocupa la Parroquia de Santa Cruz. Seguía por Conde de Ibarra, en la que aún se conservan parte de sus murallas, y por la plaza de las Mercedarias hasta la muralla exterior de la ciudad, que desde este punto le servía de límite hasta el Alcázar, con una puerta exterior, la de la Carne.
Varias de sus calles conservan el recuerdo de la permanencia judía, muchas veces a través de leyendas. Así tenemos el ejemplo de la calle todavía llamada de Susona -entre las calles de la Pimienta y de la Vid-, que recuerda la historia de la hija cristiana que denunció a su padre y a otros conversos por conspirar para defenderse de posibles ataques en 1481.

Si queremos recorrer hoy la judería tenemos que tener en cuenta que sus límites precisos eran la puerta de Carmona, la calle de San Esteban, la de las Águilas, Abades y la Catedral, con la que lindaba. Seguía por la calle del Aceite, el Alcázar y la muralla de Santa María, por un camino que hoy está formado por las calles de Mateo Gago, Federico Rubio, Conde de Ibarra y plaza de las Mercedarias.

Tuvo esta judería su cementerio propio, situado fuera de la Puerta de la Carne, donde hoy está el aparcamiento público frente a la Diputación y el bar Modesto.

LA ALCAICERÍA DE LA SEDA
Se denominaba Alcaicería al lugar donde estaba autorizado se comerciara al por mayor con seda bruta. Después la actividad se extendió a la venta de objetos de seda elaborados, para llegar a ser conocido como el mercado de todos los productos textiles, aunque la seda siguió siendo el objeto fundamental de venta.

En ella se comerciaba con tejidos, perfumes y especias. Se trataba de una edificación monumental, que ocupaba la actual Hernando Colón, las calles aledañas (Cabo Noval, Florentín, Rodríguez Zapata y Felipe Pérez) y otros callejones. Algunos han desaparecido, pero otros aún pueden verse como callejones sin salida cerrados por rejas y puertas, y algún otro se conserva en patios interiores de algunas casas. Disponía de cuatro accesos: un arco frente a la Puerta del Perdón, otro en el extremo opuesto dando a la Plaza de San Francisco, una puerta daba a la antigua calle Génova (hoy la Avenida de la Constitución), y un postigo en la antigua calle Mercaderes.


Y AHORA OS PONGO EL PLANO DE SEVILLA, CON LOS LUGARES DONDE SE DESARROLLA NUESTRA NOVELA:



Y SI QUERÉIS PREPARAROS PARA LA VISITA A LAS ATARAZANAS:

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Magistral, Cristina, te vas superando día a día.

pepa dijo...

¡por fin se me ha curado el aparatito de internet y estoy conectada en mi pisito¡ ¡tenia muchas ganas de ver el blog¡ xstina me he quedado alucinada con el texto, mañana me lo imprimo en el trabajo y no se si leermelo o estudiármelo, está genial, un besazo...ah¡ y esta semana me pongo las pilas con el maletin...