Ya sé que no puede considerarse una "mujer de ojos grandes", pero creo Mario Capecchi merece una entrada en nuestro blog aunque sea hombre. Leed la biografía del Premio Nobel de Medicina de este año. El artículo salió en el Diario de Sevilla, y está escrito por Josep Casadesús, catedrático de Genética de la Universidad de Sevilla, aunque yo la he ampliado con otro artículo que he encontrado en internet:
“La creatividad en la ciencia es el resultado de una yuxtaposición de experiencias de vida que no se puede repetir". Mario Capecchi, uno de los ganadores del Premio Nobel de Medicina 2007, lo dice con convicción. De chico de la calle a Nobel, su vida es uno de los ejemplos que mejor ilustran esa idea.
La Universidad de Utah está en Salt Lake City, al pie de una sierra cubierta de nieve muchos meses al año. Allí trabaja Mario Capecchi, uno de los tres investigadores galardonados con el Premio Nobel de Medicina 2007. Entre los aprendices de investigadores que trabajábamos en la Universidad de Utah en los años ochenta, Capecchi caía simpático por su sencillez y despertaba admiración por su valentía científica, ya que intentaba hacer algo que entonces parecía muy difícil: manipular células embrionarias para modificar a voluntad el genoma del ratón.
Capecchi vivía en una ladera del llamado Cañón de la Emigración, un angosto valle por el que, a mediados del siglo XIX, los mormones habían llegado a Salt Lake City. Cada vez que había una gran nevada, cosa habitual entre diciembre y marzo, su casa se quedaba aislada por la nieve. Esos días, Mario iba a la Universidad esquiando. Anécdotas al margen, su biografía siempre me ha parecido emotiva, y el premio Nobel me parece la ocasión perfecta para contarla.
Mario Capecchi nació en Verona el 6 de octubre de 1937. Su madre, Lucy Ramberg, una poetisa de origen norteamericano, era escritora y activista política, y había tenido una breve relación con Luciano Capecchi, un aviador de la Fuerza Aérea italiana. Pero el idilio no prosperó y tuvo que criar a Mario, el fruto de ese idilio, sola.
Vivían en los Alpes tiroleses. En 1941, cuando Mario tenía tres años su madre fue detenida por la Gestapo y enviada al campo de concentración de Dachau, en Alemania. Consciente de que podía ser arrestada por sus ideas antinazis y antisocialistas, le había dejado dinero para que Mario no fuera una carga económica.
Más o menos por la misma época, el padre de Mario fue destinado a Libia, y poco después fue dado por desaparecido. Antes de partir hacia África, Capecchi padre había puesto a su hijo bajo el cuidado de una familia campesina de Bolzano. Por desgracia, la guerra acabó destrozando a la familia adoptiva de Mario y llevándola a la miseria. Y cuando el dinero de Mario se terminó, la familia —cuyo nombre Capecchi nunca quiso revelar— lo abandonó.
A los siete años, se convirtió en un vagabundo. En algún lugar del valle del Po se unió a una banda de niños que vivían de la medicidad y el hurto. Comía los restos que encontraba en los cubos de basura. A veces se refugiaba en los orfelinatos donde le daban sólo café y un pedazo de pan para comer por día. Y hasta llegó a robar para comer.
Un día de 1945, una persona a quien Mario no ha llegado a conocer –como él dice, un samaritano italiano– lo encontró en la calle, enfermo, y lo ingresó en un hospital de Reggio Emilia. Padecía fiebre tifoidea y el ingreso lo salvó de una muerte segura. Cuando el ejército aliado liberó Dachau, en 1945, la madre volvió a Italia. Su hijo aún estaba en el hospital, y tras 18 meses de búsqueda, lo encontró. Lucy fue liberada el día que Mario cumplió nueve años.
“La creatividad en la ciencia es el resultado de una yuxtaposición de experiencias de vida que no se puede repetir". Mario Capecchi, uno de los ganadores del Premio Nobel de Medicina 2007, lo dice con convicción. De chico de la calle a Nobel, su vida es uno de los ejemplos que mejor ilustran esa idea.
La Universidad de Utah está en Salt Lake City, al pie de una sierra cubierta de nieve muchos meses al año. Allí trabaja Mario Capecchi, uno de los tres investigadores galardonados con el Premio Nobel de Medicina 2007. Entre los aprendices de investigadores que trabajábamos en la Universidad de Utah en los años ochenta, Capecchi caía simpático por su sencillez y despertaba admiración por su valentía científica, ya que intentaba hacer algo que entonces parecía muy difícil: manipular células embrionarias para modificar a voluntad el genoma del ratón.
Capecchi vivía en una ladera del llamado Cañón de la Emigración, un angosto valle por el que, a mediados del siglo XIX, los mormones habían llegado a Salt Lake City. Cada vez que había una gran nevada, cosa habitual entre diciembre y marzo, su casa se quedaba aislada por la nieve. Esos días, Mario iba a la Universidad esquiando. Anécdotas al margen, su biografía siempre me ha parecido emotiva, y el premio Nobel me parece la ocasión perfecta para contarla.
Mario Capecchi nació en Verona el 6 de octubre de 1937. Su madre, Lucy Ramberg, una poetisa de origen norteamericano, era escritora y activista política, y había tenido una breve relación con Luciano Capecchi, un aviador de la Fuerza Aérea italiana. Pero el idilio no prosperó y tuvo que criar a Mario, el fruto de ese idilio, sola.
Vivían en los Alpes tiroleses. En 1941, cuando Mario tenía tres años su madre fue detenida por la Gestapo y enviada al campo de concentración de Dachau, en Alemania. Consciente de que podía ser arrestada por sus ideas antinazis y antisocialistas, le había dejado dinero para que Mario no fuera una carga económica.
Más o menos por la misma época, el padre de Mario fue destinado a Libia, y poco después fue dado por desaparecido. Antes de partir hacia África, Capecchi padre había puesto a su hijo bajo el cuidado de una familia campesina de Bolzano. Por desgracia, la guerra acabó destrozando a la familia adoptiva de Mario y llevándola a la miseria. Y cuando el dinero de Mario se terminó, la familia —cuyo nombre Capecchi nunca quiso revelar— lo abandonó.
A los siete años, se convirtió en un vagabundo. En algún lugar del valle del Po se unió a una banda de niños que vivían de la medicidad y el hurto. Comía los restos que encontraba en los cubos de basura. A veces se refugiaba en los orfelinatos donde le daban sólo café y un pedazo de pan para comer por día. Y hasta llegó a robar para comer.
Un día de 1945, una persona a quien Mario no ha llegado a conocer –como él dice, un samaritano italiano– lo encontró en la calle, enfermo, y lo ingresó en un hospital de Reggio Emilia. Padecía fiebre tifoidea y el ingreso lo salvó de una muerte segura. Cuando el ejército aliado liberó Dachau, en 1945, la madre volvió a Italia. Su hijo aún estaba en el hospital, y tras 18 meses de búsqueda, lo encontró. Lucy fue liberada el día que Mario cumplió nueve años.
"Aún tengo el sombrero", dice Capecchi, cuando recuerda el gorro tirolés con una pluma esbelta con el que se le presentó su madre, como una aparición, cuando a los 9 años de edad no se esperaba semejante sorpresa.
"Mi recuerdo de esos años son vívidos, pero no tienen continuidad, son como fotografías. Algunas son brutales, sin descripción, otras son más agradables", dijo cuando le otorgaron el premio Kyoto en 1996. "Recuerdo que siempre tenía hambre. Al final me internaron en un hospital en el sur de Verona donde luché contra la fiebre que me provocó la malnutrición, desnudo en una cama, durante un año".
Ayudados por un familiar que vivía en Nueva Jersey, madre e hijo emigraron a Estados Unidos. La madre encontró trabajo como intérprete y el niño pudo ir a la escuela por primera vez en su vida, sin saber leer, escribir ni hablar inglés. Años más tarde, Mario hizo secundaria en Nueva York y luego estudió Física y Química en una universidad de Ohio. En 1961 obtuvo una licenciatura de Física y Química en el College Antioch del estado de Ohio.
Con sus buenas notas como único aval, consiguió que la Universidad de Harvard le admitiera para hacer el doctorado, y tuvo al célebre Jim Watson –uno de los descubridores de la estructura del ADN– como director de tesis. En 1967 obtuvo su doctorado de Biofísica en la Universidad de Harvard. Tras algunos empleos temporales, Mario recibió una oferta de la Universidad de Utah, y en 1973 se instaló en Salt Lake City.
Recientemente cuando le preguntaron si esos años le habían permitido tener confianza en sí mismo o había alimentado su imaginación, dos cualidades muy importantes para un científico, Capecchi respondió: "Cuando miro para atrás lo que me maravilla es la persistencia de un pequeño. Ante la ausencia de todo tipo de esperanza, la voluntad de sobrevivir persistió".
En Utah, Capecchi se propuso emplear las nuevas tecnologías de ingeniería genética para inactivar genes del ratón. La tarea exigió muchos años de trabajo, pero fue un éxito: los primeros ratones modificados genéticamente se describieron en 1989. El ratón es un pariente cercano de los humanos y sirve de modelo para estudiar muchas enfermedades, así como para el ensayo de posibles terapias.
"Mi recuerdo de esos años son vívidos, pero no tienen continuidad, son como fotografías. Algunas son brutales, sin descripción, otras son más agradables", dijo cuando le otorgaron el premio Kyoto en 1996. "Recuerdo que siempre tenía hambre. Al final me internaron en un hospital en el sur de Verona donde luché contra la fiebre que me provocó la malnutrición, desnudo en una cama, durante un año".
Ayudados por un familiar que vivía en Nueva Jersey, madre e hijo emigraron a Estados Unidos. La madre encontró trabajo como intérprete y el niño pudo ir a la escuela por primera vez en su vida, sin saber leer, escribir ni hablar inglés. Años más tarde, Mario hizo secundaria en Nueva York y luego estudió Física y Química en una universidad de Ohio. En 1961 obtuvo una licenciatura de Física y Química en el College Antioch del estado de Ohio.
Con sus buenas notas como único aval, consiguió que la Universidad de Harvard le admitiera para hacer el doctorado, y tuvo al célebre Jim Watson –uno de los descubridores de la estructura del ADN– como director de tesis. En 1967 obtuvo su doctorado de Biofísica en la Universidad de Harvard. Tras algunos empleos temporales, Mario recibió una oferta de la Universidad de Utah, y en 1973 se instaló en Salt Lake City.
Recientemente cuando le preguntaron si esos años le habían permitido tener confianza en sí mismo o había alimentado su imaginación, dos cualidades muy importantes para un científico, Capecchi respondió: "Cuando miro para atrás lo que me maravilla es la persistencia de un pequeño. Ante la ausencia de todo tipo de esperanza, la voluntad de sobrevivir persistió".
En Utah, Capecchi se propuso emplear las nuevas tecnologías de ingeniería genética para inactivar genes del ratón. La tarea exigió muchos años de trabajo, pero fue un éxito: los primeros ratones modificados genéticamente se describieron en 1989. El ratón es un pariente cercano de los humanos y sirve de modelo para estudiar muchas enfermedades, así como para el ensayo de posibles terapias.
Los otros dos científicos galardonados con el Nobel de Medicina 2007, el inglés Oliver Smithies y el galés Martin J. Evans, fueron pioneros en aplicar los métodos de Capecchi al estudio de enfermedades de origen genético. Evans tuvo la genial idea de utilizar células troncales embrionarias para modificar el genoma, proporcionando a Capecchi el material apropiado para sus revolucionarios métodos de modificación génica. Smithies obtuvo el primer ratón aquejado de fibrosis quística, y en la última década ha desarrollado animales con hipertensión y otras enfermedades circulatorias.
Hoy los métodos de Capecchi, Smithies y Evans son empleados en cientos de laboratorios, y existen más de diez mil tipos de ratones portadores de modificaciones génicas diseñadas a voluntad. Un material de valor incalculable para la investigación biomédica.
En una entrevista concedida al diario italiano La Reppublica, Mario Capecchi quitaba importancia a los dramáticos acontecimientos de su infancia. Por contra, se consideraba afortunado por haber podido ir a buenas escuelas y haber tenido buenos profesores. También decía que, pese a haber cumplido setenta años, por el momento no tiene intención de retirarse. Sus colegas de la Universidad de Utah seguirán viéndole llegar al trabajo esquiando cada vez que caiga una gran nevada.
Capecchi dice que muchos piensan que es un cabeza dura, pero él se define como una persona "persistente" y "un buscavida". "En la calle usted sólo depende de usted mismo para lograr algo —agregó—. Y eso es esencialmente lo que es necesario hacer en la ciencia".
Al ganar el Premio Nobel, lo primero que hizo fue nombrar a todos los que trabajaron con él. "Es un gran honor para todos aquellos, presentes y pasado, que trabajaron conmigo", fue lo que dijo a la prensa. Es doctor en Biofísica (Harvard). Está casado y tiene una hija.
Hoy los métodos de Capecchi, Smithies y Evans son empleados en cientos de laboratorios, y existen más de diez mil tipos de ratones portadores de modificaciones génicas diseñadas a voluntad. Un material de valor incalculable para la investigación biomédica.
En una entrevista concedida al diario italiano La Reppublica, Mario Capecchi quitaba importancia a los dramáticos acontecimientos de su infancia. Por contra, se consideraba afortunado por haber podido ir a buenas escuelas y haber tenido buenos profesores. También decía que, pese a haber cumplido setenta años, por el momento no tiene intención de retirarse. Sus colegas de la Universidad de Utah seguirán viéndole llegar al trabajo esquiando cada vez que caiga una gran nevada.
Capecchi dice que muchos piensan que es un cabeza dura, pero él se define como una persona "persistente" y "un buscavida". "En la calle usted sólo depende de usted mismo para lograr algo —agregó—. Y eso es esencialmente lo que es necesario hacer en la ciencia".
Al ganar el Premio Nobel, lo primero que hizo fue nombrar a todos los que trabajaron con él. "Es un gran honor para todos aquellos, presentes y pasado, que trabajaron conmigo", fue lo que dijo a la prensa. Es doctor en Biofísica (Harvard). Está casado y tiene una hija.
Si queréis leerlo en su propia voz, mirad este enlace:
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Era/nino/calle/salvo/madre/elpepusoc/20071010elpepisoc_8/Tes
¿Merece un lugar en nuestras "Mujeres de ojos grandes o no? Vosotras diréis...
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5 comentarios:
Más sobre la apasionante vida de Mario Capecchi:
Dos años después de tener a Mario, Lucy Ramberg tuvo una hija con un brasileño de origen alemán. De esa unión nació Marlene, que fue dada en adopción a una pareja, que se la llevó a vivir a Austria. Sus padres adoptivos le contaron la verdad de su vida, y Marlene tuvo la suerte de encontrar a su padre biológico. Cuando habló con él, no tampoco sabía dónde estaba su antigua compañera.
"Yo sabía que mi madre biológica había sido deportada, sabía que había otro niño, pero pensé que estaban muertos", declaró Marlene a Dolomiten, un periódico de habla alemana en el enclave italiano de Alto Adigie.
Por su parte, Mario se pasó un día entero, durante una visita a Verona en 2002, tratando de buscar ese eslabón esquivo que lo unía a Europa.
Cuando la televisión anunció que Mario Capecchi había ganado el Nobel y los diarios publicaron la historia del pequeño niño perdido en medio de la guerra, ella supo que era él su hermano.
Hoy, Marlene Bonelli, una mujer humilde, se prepara para conocer al hermanastro famoso. Como si no hubiera pasado tanto tiempo.
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Elena ¿que te ha pasado? La verdad cristina que cosas le pasan a la gente, tendremos q seguir el rastro de Marlene y su reencuentro con Mario.
se ha quedao impresioná!! y tú ¿tienes las maletas preparás pal niu yó?
Ya las tengo medio prepará, pero me imagino q hará muuusho frio, y no me cabe na en la maleta, en fin me compro allí lo q sea, un beso ¡y me compraré una camara de foto allí q me han dicho q están muy baratas¡ pero el curso me lo das tu q soy una cateta del mundo fotográfico y voy a dejar muy mal la imagen fotográfica del blog.
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