sábado, 21 de junio de 2008

UNA TARDE CON CERNUDA

“El futuro que espera como página blanca”.

Y a nosotras nos espera una tarde cernudiana para celebrar nuestro cumpleaños, organizada por nuestra Pililebe. Era una tarde en la que el Perfil del Aire brillaba por su ausencia. Ni siquiera vimos en toda la tarde el perfil de una pequeña brisa que aliviara el calor estival. La Realidad y el Deseo nunca estuvieron más alejados.
Quiero dejar constancia de que el reportaje fotográfico ha sido gracias a que le he requisado la cámara a nuestra ex-fotógrafa para ejercer yo sus funciones. Sigue vacante la plaza ¿eh?. ¡Se ruega que salga ya la voluntaria!

Ocho de las diez que confirmaron (Marilara estaba en urgencias con un golpe de calor ecijano, y Pilar la amiga de Pilar con salmonelosis) estábamos puntuales a las siete de la tarde en la Plaza del Pan, donde nos sentamos a esperar a las menos puntuales en los bancos en forma de M que decía la cita (¿M de mujeres? ¿o M de Me Muero de caló?)

Todas portábamos nuestras misteriosas bolsas con los regalitos de cumpleaños, que miradas indiscretas investigaban de reojo, para adivinar su contenido. A la llegada de María Sur intentamos con bastante poca gracia hacerle la ola, por su magnífico regalo audiovisual de cumpleaños.

Allí estábamos: Marga y sus botellitas de agua, Elena, María del Mar, Adela, María Sur (¡olé de nuevo!), Pililebe y Pepa y yo, la Cristi todavía bajo los efectos de un gin tonic sin hielo y con demasiados niños a nuestro alrededor. Todas en la gustosa algarabía que producen nuestros encuentros mensuales.

Todo vuelve otra vez vivo a la mente,
Irreparable ya con el andar del tiempo,
Y su recuerdo ahora me traspasa
El pecho tal puñal fino y seguro.


Llegó puntual nuestro guía, José María García Blanco, cargado de fotocopias para las asistentes y las ausentes. En ellas estaban los textos que leeríamos durante la visita, y que podréis leer pulsando aquí. El recorrido no se basaba sólo en los lugares que formaron parte de la vida de Cernuda, sino en los textos que él escribió o escribieron otros. Así fue nuestro caluroso via crucis cernudiano, con ocho estaciones:

PRIMERA ESTACIÓN: PLAZA DEL PAN
“Su atmósfera soñolienta aún parecía iluminarse a veces con el fulgor puro de los metales, y un aroma de sándalo o de ámbar flotar en ellas vagamente como un dejo rezagado”

Ante las tiendecillas en la que antaño se estacionaban los “gallegos” y trabajaban los artesanos, y por la que hoy deambulan las futuras novias para culminar sus tocados con diademas de diamantes de pega, José María nos leyó el texto que le dedicó Cernuda en Ocnos, dándonos también datos sobre la difícil personalidad del poeta.

SEGUNDA ESTACIÓN: CONVENTO DE SAN LEANDRO
“El portón. Los arcos. (Para un andaluz la felicidad aguarda siempre tras de un arco). Los muros blancos del convento. Los ventanillos ciegos bajo espesas rejas”

Ante su portón cerrado leímos otro texto y José María analizó lo que tenía de verdad y lo que aportó la imaginación del poeta, añorando su ciudad desde la distancia, “la tierra que manchaban aquí y allá los jaramagos” no pertenecen a este convento, sino quizás, al de San Clemente, ya que esta zona siempre estuvo urbanizada.

TERCERA ESTACIÓN: PLAZA DE LA ENCARNACIÓN
Ante la inmensa mole de setas gigantes que nos está dejando en herencia nuestro alcalde actual, que como bien dijo nuestro guía: "con la de polígonos que hay, que las ponga aquí...", se hace imposible imaginar la gracia que tenían las formas y colores de aquella atmósfera, con los puestos de verdura y de frutas de la época de Cernuda, y mucho menos sentir el “olor almendrado y meloso de relente oriental” que traía el antiguo mercado, aunque sí disfrutamos de los pitidos de los autobuses de TUSSAM que hoy la han colonizado y nos embriagan con los azmilclados olores del gasoil de sus tubos de escape.

CUARTA ESTACIÓN: IGLESIA DE LA ANUNCIACIÓN
Apoyás en el quicio de la iglesia y disfrutando del fresquito que salía de la Iglesia, José María nos explicó cómo se creó el PANTEÓN DE LOS SEVILLANOS ILUSTRES: Florentino Pérez Embid, que fue Director General de Bellas Artes, agrupó todos los ilustres restos de sevillanos ilustres (por nacimiento o adopción) que descansaban en distintos templos de los jesuitas, para llevarlos a esa iglesia, que pasó a pertenecer a la Universidad de Sevilla.

Cernuda era admirador de Bécquer, y acudía a esa iglesia a deleitarse con el ángel que custodia sus restos, y que según describe en Ocnos “ángel que sostiene en su mano un libro mientras lleva la otra a los labios, alzando un dedo, imponiendo silencio”. Como ya vimos en nuestra pasada visita a esta cripta que teníamos fresquita (¡glup! ¡fresquita!), realmente el ángel no está en esa postura, así que nuevamente corroboramos como el poeta se tomó una licencia como si “necesitara escuchar, desvelado en sonido, el mensaje de aquellos labios de piedra”. No entramos en la cripta, con lo que hubíesemos disfrutado y lo fresquita que era, por lo que tampoco pudimos dejar ningún papelito a los pies del ángel, pidiendo inspiración y paciencia para afrontar nuestro segundo año de lectoras agrupadas.

QUINTA ESTACIÓN: FACULTAD DE BELLAS ARTES
En el antiguo convento de los jesuitas, antes de tirarlo y hacer mi horrorosa exfacultad, estudió Luis Cernuda, y en su segundo patio se inspiró para escribir unos textos en los que destacaba su quietud y silencio frente al bullicio de los estudiantes que alborotaban en el patio grande.

“Un atardecer de mayo, tranquilo el edificio todo, porque era ya pasada la hora de las clases y los exámenes estaban cerca, te paseabas por las galerías de aquel patio escondido.” Nosotras hicimos lo mismo que el poeta, aunque un mes después (es que ahora las clases acaban más tarde…)

Nos sentamos, como él, bajo el jugueteo de la vela que lo protegía del calor asfixiante de la tarde. Ayer estaba desierta la facultad, lo que contrastaba con la visita que hicimos el mes anterior, en la que los estudiantes más rezagados acababan sus trabajos antes de finalizar el curso.

“Nunca el pasar de las generaciones parece tan melancólico como al representárselo en algo materialmente, tal esos viejos edificios de universidades o cuarteles, por los que discurre cada año la juventud nueva, dejando en ellos sus voces, los locos impulsos de la sangre. Recuerdos de juventudes idas llenan su ámbito, y resuenan sus muro en silencio como la espiral vacía de un caracol marino.”
Lo mismo pienso yo, porque mi espíritu juvenil también deambula melancólico por este patio, tantas veces y tantos años recorrido, y también hay algo de mí en esa caracola marina. Si hubiese puesto más atención y me hubiesen dejado los vencejos (y las cotorras que ayer me acompañaban), podría haber vuelto a escuchar muchas voces que me acompañaron mientras deambulaba por esas galerías, cuando mi vida también era una página en blanco (un lienzo en blanco sería más apropiado en mi caso)...

Los sueños que la vida aún no corrompe,
el futuro que espera como página blanca.
Todo vuelve otra vez vivo a la mente
irreparable ya con el andar del tiempo,
y su recuerdo ahora me traspasa
el pecho tal puñal fino y seguro.
Raiz del tronco verde ¿quién la arranca?
aquel amor primero ¿quién lo vence?
tu sueño y tu recuerdo ¿quién lo olvida?...
¡qué razón tienes, Luisito!

SEXTA ESTACIÓN: CASA NATAL (CALLE ACETRES)
Frente a su fachada paramos a leer sus recuerdos de aquella casa, que sólo habitó hasta los ocho años. Casa que hoy aparenta una ruinosa melancolía.

“Recuerdo aquel rincón del patio en la casa natal, yo a solas y sentado en el primer peldaño de la escalera de mármol. La vela estaba echada, sumiendo el ambiente en una fresca penumbra, y sobre la lona, por donde se filtraba tamizada la luz del mediodía”

Hoy la casa es una tienda de espejos, espejos que reflejan el abandono del patio, espejos donde quizás, alguna tarde de otoño Luis Cernuda se refleje, fantasma de su pasado tan feliz y triste a la vez “inconsistente y rígido, cual vidrio que todos quiebran, pero nadie dobla”.

Aunque la visita de ayer no hizo que aumentara nuestra estima al poeta, sí nos entró un escalofrío al escuchar esta reflexión sobre su vida: “la amargura de haber vivido inútilmente”. Qué frase más dura. Pero que tantos años después ocho mujeres (y un hombre) persigan sus huellas por los callejones de Sevilla hará que lo curemos de esa creencia. No es inútil la vida que deja huella, Luis.

Y para rememorar a aquella ausente que siempre nos hace poner los pies firmes en la tierra (Ángela, va por ti, tu espectro nos acompañó, juguetón, toda la tarde, y escuchábamos tu taconeo detrás nuestra por los callejones), cuento aquí la misteriosa anécdota, casi un relato de terror, o una leyenda de Bécquer, que nos aconteció mientras nos reflejábamos en los espejos del patio de esa casa semi-abandonada:

Leíamos el poema sobre su desgraciada infancia cuando llegaron dos señoras muy señoreadas, que llamaron insistentemente a la cristalería. Nadie le abrió y se fueron. De pronto una voz como de ultratumba, femenina para más señas, resonó en el callejón: “¿habéi llamaooo vozotro?”, por más que levantábamos nuestras miradas hacia arriba no encontrábamos el fantasma que así se manifestaba. ¿Sería la madre de Cernuda? ¿o alguna de sus dos hermanas? ¿Sería la mayor, la que era "imposible y desdichada"? ¿o "la hermana menor más dulce, quizás no más dichosa"?

Los pelos de los brazos se nos pusieron de punta cuando, de pronto, vimos aparecer una mano, entre la ruinosa y destartalada menorquina que cierra los balcones: “¡toy aquí! ¿Qué si habéi llamaooo vozotro?”.
¡Que susto! ¡la casa está habitada a pesar de su apariencia! Como pudimos le dijimos que no, y salimos pitando, como alma que lleva el diablo.
En la puerta de la cristalería, antes de huir, vimos este curioso letrero: "ABC, arrojar..." y una flecha dibujada con un rotulador rojo que se acabó a mitad del recorrido, señalaba un agujero que el cristalero había hecho en el cristal. Todo muy europeo, vamos.

SÉPTIMA ESTACIÓN: CASA DE JOAQUÍN TURINA
Cernuda añoró toda su vida la música que se filtraba a través de los muros de su vecino, Joaquín Turina.

“Pared frontera de tu casa vivía la familia de aquel pianista, quien siempre ausente por tierras lejanas, en ciudades a cuyos nombres tu imaginación ponía un halo mágico, alguna vez regresaba por unas semanas a su país y a los suyos”.

Quién no puede imaginarse a ese niño infeliz y melancólico, con un padre estricto y severo a más no poder, acurrucado con la cabeza apoyada en la pared, soñando a través de la música del vecino, con otros mundos, con otras vidas más excitantes que la que él llevaba.

“Por los corredores ibas hacia la habitación a través de cuya pared él estudiaba, y allí solo y a oscuras, profundamente atraído mas sin saber por qué, escuchabas aquellas frases lánguidas, de tan penetrante melancolía, que llamaban y hablaban a tu alma infantil, evocándole un pasado y un futuro igualmente desconocidos”

Frente a la fachada del idolatrado músico, José María nos leyó un poema de Jorge Guillén, llamado “Unos amigos” en el que describe cómo se formó lo que hoy llamamos como Generación del 27. Un viaje de unos amigos a Sevilla, invitados por Ignacio Sánchez Mejías. Una broma que los ancló a nuestros libros de texto “un buen azar que resultó destino”. y "juntos ya, para siempre". La historia se escribe así.

OCTAVA Y ÚLTIMA ESTACIÓN: CALLE AIRE
oir de nuevo en el silencio,
vivo de trinos y hojas,
el susurro tibio del aire
donde las almas viejas flotan.

Y allí nos plantamos. La calle estaba como cuando Gerardo Diego la inmortalizó:
Nadie en la calle Aire
El aire solo y parado.
Pasó hace poco un poeta.

Frente a la fachada de la casa donde vivió en los años veinte, y que fue visitada por todos aquellos jóvenes que hoy son leyenda y nombres que reposan en las criptas de nuestras bibliotecas, paramos para leer los recuerdos que tenían de su paso por aquella calle “tan humana, tan hecha a la medida del hombre que no había más que extender los brazos, y una mano tocaba con la pintura rosa de la casa de la derecha, y con la otra la cal de la pared de enfrente”

Allí nos despedimos de nuestro guía. Con la mitad del recorrido sin hacer, porque no llegábamos a la cena. Queda pendiente la visita al Alcázar, con la lectura de los textos que escribió para sus jardines.
Y quedó nuestro perfil en la calle Aire... para salir corriendo, de nuevo, como es tradición ya, a nuestra cena cumpleañera.
PARA LAS QUE SE HAYAN QUEDADO CON MÁS GANAS DE LEER COSAS SOBRE CERNUDA, PONGO AQUÍ UNOS CUANTOS ENLACES:

5 comentarios:

Pilar dijo...

Una vez más, una tiene la impresión de vivir la misma cosa dos veces, aunke nunk de la misma manera: la primera con ojos propios y la segunda con los de Xristi lo ke te ace sentir afortunada de retornar a lo vivído y, además, con matices nuevos: los de la mirada ajena.
Graciaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas

Anónimo dijo...

Muy bien, Cristi, por esa capacidad de síntesís y de narración que tienes. Que envidia...

Anónimo dijo...

¡Qué confianzas con “Luis”!. Pues con las mísmas, yo también lo corroboro, “no es inútil la vida que deja huella”, Cristina, ¡y tú dejas muchas!

Y por cierto, este paseo sobre tus huellas cibernéticas me ha gustado mucho más que el de a pié -sobre el que he de confensar que tenía expectativas mayores-.

Confío en que el de los jardines del Alcazar sea más bonito…y sobre todo que no nos llevemos ningún sobresalto terrorífico…y si así fuera, que no me entere yo que a alguna se le ponen “de punta los pelos de los brazos”. ¡Pelos! ...¿Quién dijo pelos?.Ejem.ejem..

Cristina dijo...

Pues ya hablaremos de pelillos tú y yo... porque espero muchos más sobresaltos juntas. Cambiaremos lo de "los pelos de punta" por otra cosa, cuerpilampiñas todas.

Anónimo dijo...

A pesar de la caló me hubiera gustado hacer el recorrido cernudiano,me acordé muchísimo de vosotras pero como estaba en Portugal y mi móvil es del trabajo pues no pude o más bien, no me pareció bien llamar.Me gustaría que la próxima vez alguien se llevara los textos que leisteis,no puedo abrirlos con este ordenador.