AYER, DÍA 9 DE JULIO, QUEDAMOS A LAS 9 EN LA ENTRADA DEL ALCÁZAR DE LOS JARDINES DE MURILLO.
¡Qué buena noche pasamos! ¡qué monas íbamos todas!, cada una a su estilo, y lo modositas que parecemos, con nuestras piernecitas cruzadas...
Antes del concierto recorrimos el Jardín Antiguo de Cernuda, y a través de sus palabras vimos los senderos que el poeta guardó en su retina como un tesoro hasta su muerte, la postal de su juventud perdida, su fondo de armario. No se nos apareció, como temíamos, su vieja alma flotando, por lo que no tuvimos que salir corriendo a nuestra edad, con nuestros tacones por el albero entre magnolios y limoneros... (este texto lo escribí ayer, de ahí su color, pero como me quedó bien, he decidido mantenerlo con ciertos retoques, economía literaria, se llama a eso).
Sí tuvimos una aparición, un espíritu flotó entre nosotras cuando paseábamos entre arrayanes y la brisa jugaba con las hojas de las palmeras, con nuestras lenguas desatadas comentando las novedades del virus fértil que nos acecha en los últimos tiempos. Nos revoleó la melena a su paso. Fue algo espeluznante. Un clic clic sonó en mi bolso a la vez que se encendía una luz. En mi móvil, un mensaje de ultratumba decía: "a mí me pides un cubatita fresquito y yo me leeré a mi misma algún texto bonito"... ¿quién sería ese espíritu alcóholico? ¿pertenecerá a la generación del 27 o será posterior? ¿había cubatitas en el 27?. Los pelos se nos pusieron de punta, ocasión que aprovechamos para que María Sur cuantificase el número de disparos láser que nos tiene que dar para dejarnos barbilampiñas perdidas pero monísimas de la muerte. Yo, que soy muy mía y nunca me leo la última palabra corrí a esconderme tras un seto, dejando que mi móvil volase cual paloma torcaz. Marga lo cogió al vuelo, y enseguida reconoció al espíritu juguetón, que venía del norte como ella y que era aficionado al alcohol de alta graduación como ella.
Tras ese inesperado incidente y más repuestitas, volvimos sobre nuestros pasos buscando los oscuros corredores que recorría Luis para llegar al estanque donde se sentaba a imaginar su futuro, pero estaba cerrado al público asistente, cosas del márketing de los tiempos que corren que le quitan romanticismo al más pintao, así que tuvimos que buscar el poyete más cercano para aposentar nuestras lindas posaderas, diga lo que diga nuestra médica estética de cabecera.
Acompañadas por el olor de los jazmines, bajo la sombra revoltosa de los magnolios y con el sonido cercano de una campana, leímos los textos con acento palentino, porque tras un revuelo de folios decidimos por unanimidad que Marga fuera la lectora, por ser ella la que más fino acento tenía de las presentes, en ausencia de nuestra Pililebe que está de corresponsal por las italias y que también lee la mar de fina filipina.
Y entre vítores comenzó a leer, de pie ante un público entregado y asombrado de la cantidad de eses que tenía el texto, que pongo a continuación para que las que no estuvísteis contéis las eses, que yo me pierdo (ya sabéis lo mal que se me dan los números):
Biografía: nació en el número 6 de la actual calle Acetres —entonces Conde de Tójar—, en pleno centro de la ciudad, perpendicular a la calle Cuna, donde vivió con su familia hasta los doce años, cuando se trasladaron al cuartel de ingenieros del Prado (Avda. de la Borbolla), en las afueras. Hacia 1918 regresaron al casco histórico, a la calle del Aire. Allí escribió los poemas del libro Perfil del Aire, luego renombrado como Primeras poesías. Estudió Derecho en la Universidad de Sevilla, que se encontraba en la actual Facultad de Bellas Artes.
Pero si hay una obra en la que Sevilla está presente es Ocnos cuya lectura es muy recomendable para evocar la infancia y primera juventud de Cernuda. Aunque nunca es citada en sus páginas, Sevilla es el escenario de los recuerdos del poeta proyectados en su alter ego Albanio, y nos permite un recuerdo en diversos rincones hispalenses: la Catedral y su magnolio, el río, los conventos de clausura, la antigua universidad, la plaza del Pan… También evoca los jardines del Alcázar donde en 1925, y por mediación de Salinas, conoció a Juan Ramón. Cernuda murió en 1963 exiliado en México, pero Sevilla está asombrosamente impregnada de su poesía.
LOS JARDINES DEL ALCÁZAR
En septiembre de 1928, cuando aún no había cumplido los 26 años, Luis Cernuda salió de Sevilla prácticamente para siempre, y mantuvo a lo largo de toda su vida una relación de amor odio con la ciudad, que alterna las más duras críticas con la evocación de sus más dulces recuerdos de infancia y juventud y el inevitable tirón sentimental de sus raíces. Sus mejores poemas traslucen con frecuencia un agudo sentimiento de pérdida y una recurrente recreación de viejos paraísos perdidos.
Bécquer, Machado y Cernuda coincidían en el reconocimiento de cómo ese paisaje infantil o juvenil es determinante para la comprensión de toda una forma de entender la vida. Como dice en conclusión Cernuda en la versión en prosa de su poema, “hay destinos humanos ligados con un lugar o con un paisaje”. Ahí reside el más hondo sentido de las dos versiones de “Jardín antiguo” y su obsesión por el rescate lírico de aquella plenitud existencial asociada a los jardines del Alcázar. Si el destino de Bécquer permanecía ligado a el paisaje de las orillas sevillanas del Guadalquivir, el de Antonio Machado lo estaba con “los días azules” y “el sol de la infancia” de su huerto de Dueñas, ese “jardín antiguo” será ya para él, como en la mitología judeocristiana, el más alto símbolo del paraíso.
Bécquer, Machado y Cernuda coincidían en el reconocimiento de cómo ese paisaje infantil o juvenil es determinante para la comprensión de toda una forma de entender la vida. Como dice en conclusión Cernuda en la versión en prosa de su poema, “hay destinos humanos ligados con un lugar o con un paisaje”. Ahí reside el más hondo sentido de las dos versiones de “Jardín antiguo” y su obsesión por el rescate lírico de aquella plenitud existencial asociada a los jardines del Alcázar. Si el destino de Bécquer permanecía ligado a el paisaje de las orillas sevillanas del Guadalquivir, el de Antonio Machado lo estaba con “los días azules” y “el sol de la infancia” de su huerto de Dueñas, ese “jardín antiguo” será ya para él, como en la mitología judeocristiana, el más alto símbolo del paraíso.
Escribió dos versiones, una en verso y otra en prosa.
Los poemas de Las nubes fueron escritos entre la primavera de 1937 y finales de 1939 o principios de 1940, en Valencia, París, Londres y Glasgow. La mayor parte de ellos no fueron publicados hasta ser incluidos en la segunda edición de La realidad y el deseo (editorial Séneca, México, 1940). Más tarde se publicó como libro independiente en Buenos Aires, en 1943, dirigida por Rafael Alberti, edición que fue considerada "pirata" por Cernuda.
En este momento de la lectura interrumpió María Sur, exigiendo que el poema que viene a continuación fuera leído con el acento de Alberti (caprichos de la niña, que como es de su tierra, barre pa dentro). Como nadie (ni siquiera las dos que más cerca tienen la bahía de Cádiz, o sea, ella y la palentina por ser consorte) sabía imitarlo, Elena asumió esa responsabilidad y lo leyó con el mejor de los acentos sevillanos sector Nervión. Pero quedó mono, que es de lo que se trataba y le quitó monotonía (y eses) al momento.
Ir de nuevo al jardín cerrado,
Que tras los arcos de la tapia,
Entre magnolios, limoneros,
Guarda el encanto de las aguas.
Oír de nuevo en el silencio,
Vivo de trinos y de hojas,
El susurro tibio del aire
Donde las viejas almas flotan.
Ver otra vez el cielo hondo
A lo lejos, la torre esbelta
Tal flor de luz sobre las palmas:
Las cosas todas siempre bellas.
Sentir otra vez, como entonces,
La espina aguda del deseo,
Mientras la juventud pasada
Vuelve. Sueño de un dios sin tiempo.
(1942)
Se atravesaba primero un largo corredor oscuro. Al fondo, a través de un arco, aparecía la luz del jardín, una luz cuyo dorado resplandor teñían de verde las hojas y el agua de un estanque. Y ésta, al salir afuera, encerrada allá tras la baranda de hierro, brillaba como líquida esmeralda, densa, serena y misteriosa.
Luego estaba la escalera, junto a cuyos peldaños había dos altos magnolios, escondiendo entre sus ramas alguna estatua vieja a quien servía de pedestal una columna. Al pie de la escalera comenzaban las terrazas del jardín.
Siguiendo los senderos de ladrillos rosáceos, a través de una cancela y unos escalones, se sucedían los patinillos solitarios, con mirtos y adelfas en torno de una fuente musgosa, y junto a la fuente el tronco de un ciprés cuya copa se hundía en el aire luminoso.
En el silencio circundante, toda aquella hermosura se animaba con un latido recóndito, como si el corazón de las gentes desaparecidas que un día gozaron del jardín palpitara al acecho tras de las espesas ramas. El rumor inquieto del agua fingía como unos pasos que se alejaran.
Era el cielo de un azul límpido y puro, glorioso de luz y de calor. Entre las copas de las palmeras, más allá de las azoteas y galerías blancas que coronaban el jardín, una torre gris y ocre se erguía como el cáliz de una flor.
Hay destinos humanos ligados con un lugar o con un paisaje. Allí en aquel jardín, sentado al borde de una fuente, soñaste un día la vida como embeleso inagotable. La amplitud del cielo te acuciaba a la acción; el alentar de las hojas y las aguas, a gozar sin remordimiento.
Más tarde habías de comprender que ni la acción ni el goce podrías vivirlos con la perfección que tenían en tus sueños al borde de la fuente. Y el día que comprendiste esa triste verdad, aunque estabas lejos y en tierra extraña, deseaste volver a aquel jardín y sentarte de nuevo al borde de la fuente, para soñar otra vez la juventud pasada.
Ocnos, Págs. 64 - 65
Ir de nuevo al jardín cerrado,
Que tras los arcos de la tapia,
Entre magnolios, limoneros,
Guarda el encanto de las aguas.
Oír de nuevo en el silencio,
Vivo de trinos y de hojas,
El susurro tibio del aire
Donde las viejas almas flotan.
Ver otra vez el cielo hondo
A lo lejos, la torre esbelta
Tal flor de luz sobre las palmas:
Las cosas todas siempre bellas.
Sentir otra vez, como entonces,
La espina aguda del deseo,
Mientras la juventud pasada
Vuelve. Sueño de un dios sin tiempo.
(1942)
Se atravesaba primero un largo corredor oscuro. Al fondo, a través de un arco, aparecía la luz del jardín, una luz cuyo dorado resplandor teñían de verde las hojas y el agua de un estanque. Y ésta, al salir afuera, encerrada allá tras la baranda de hierro, brillaba como líquida esmeralda, densa, serena y misteriosa.
Luego estaba la escalera, junto a cuyos peldaños había dos altos magnolios, escondiendo entre sus ramas alguna estatua vieja a quien servía de pedestal una columna. Al pie de la escalera comenzaban las terrazas del jardín.
Siguiendo los senderos de ladrillos rosáceos, a través de una cancela y unos escalones, se sucedían los patinillos solitarios, con mirtos y adelfas en torno de una fuente musgosa, y junto a la fuente el tronco de un ciprés cuya copa se hundía en el aire luminoso.
En el silencio circundante, toda aquella hermosura se animaba con un latido recóndito, como si el corazón de las gentes desaparecidas que un día gozaron del jardín palpitara al acecho tras de las espesas ramas. El rumor inquieto del agua fingía como unos pasos que se alejaran.
Era el cielo de un azul límpido y puro, glorioso de luz y de calor. Entre las copas de las palmeras, más allá de las azoteas y galerías blancas que coronaban el jardín, una torre gris y ocre se erguía como el cáliz de una flor.
Hay destinos humanos ligados con un lugar o con un paisaje. Allí en aquel jardín, sentado al borde de una fuente, soñaste un día la vida como embeleso inagotable. La amplitud del cielo te acuciaba a la acción; el alentar de las hojas y las aguas, a gozar sin remordimiento.
Más tarde habías de comprender que ni la acción ni el goce podrías vivirlos con la perfección que tenían en tus sueños al borde de la fuente. Y el día que comprendiste esa triste verdad, aunque estabas lejos y en tierra extraña, deseaste volver a aquel jardín y sentarte de nuevo al borde de la fuente, para soñar otra vez la juventud pasada.
Ocnos, Págs. 64 - 65
Pero como contrapunto a tan idílico paseo diré que las asistentes, con su sagaz mirada, pillaron (y lo que es peor manifestaron en voz alta) cada coma mal puesta, cada errata en las fechas ¡zas! "¿y por qué aquí pone que murió en 1963 y aquí en 1968?" "¿y por qué aquí pone...?" (léase con voz de pito). Por cierto, ya lo he corregido, y se murió en el 63, que me lo ha dicho la wikipedia que nunca se equivoca. En fin, que te entran ganas de decir la típica frase de "po la próxima vez lo escribes tú, guapa", menos mal que yo estoy en una fase zen de mi vida y cuando más harta estaba elevaba mi límpida mirada a la copa del ciprés más alto para abstraerme con el vuelo de las golondrinas y los vencejos, y oir de nuevo el silencio del poema, silencio que, como la juventud de Luis, es agua pasada cuando estamos nosotras reunidas.
Acabada la lectura nos fuimos al concierto, a escuchar cómo suenan los libros, que, por cierto, sonaban muy bien, lo digo para la que quiera ir otro día. Recomendable al máximo. Una noche fresquita, aromática, literaria y musical. ¡Y por 4 euros!
7 comentarios:
Nos decía Jose María Garcia Blanco que al leer este jardín es como si lo paseáramos “in vivo”. Hoy haremos al revés.
Solo que yo-lo siento, Luis- al borde de la fuente quiero seguir soñando que se puede gozar como en los sueños.
¡Y seguir soñando con los "paseos" de Cristina!
Y después... la servesita con la Pepa!
¡Y te echaremos de menos pilicalzasrojas!
Cada vez nuestros encuentros son más enriquecedores y más completos. Cris, nos estás acostumbrando muy mal.
! Como me ha gustado este paseíto!. Gracias Cristina, yo sé que es "una trabajera", esto de hacernos partícipes de todas las actividades a las ausentes, pero no sabes lo que te lo agradecemos, siempres es como haber estado un poco allí, y lo cuentas también con eses y sin eses que es un placer.
Muchas gracias por la tarde de ayer y por la de hoy.
Un beso y nos vemos pronto
Maria-Norte
¿Kién dijo ke no se pué vivir lo no vivído? ¡¡Y yo ke daba ya por perdía la noche con mi Hoy Libro!! Vuelvo de viaje a mediodia, muerta d sueño,de calor, de alegría, de nostalgía x culpa de la melancolía, como, hago algo tan prosaico como comprar comida, almuerzo, duermo un poco, me levanto, deshago maletas, me meto en el blog y... me voy directa a los Alcazares. Como Alicia en el País de las Maravillas, así me siento.¿Se puede pedir más?
"Leve es la parte de la vida
que como Dioses rescatan los poetas...", escribió Cernuda.
¡Qué suerte, ese paseo! A ver cuando se va el calor y se normaliza esto un poco porque me quedo dormida en cualquier parte, aunque creo que en los Alcázares no me hubiera dormido.
Pililebeeeee!!!! benvenuti de parte de tutti!!! te echamos de menos ayer, guapa. Pero ya te tenemos aquí, locuaz y avispada como siempre! Ea! Alicia en el país de las maravillas, que tienes que tener las maletas más gastás que el baúl de la Piquer.
Y a tí, Rocío, también te echamos de menos a tí. Por cierto ¿te has fijado que las dos hemos puesto el comentario a la vez? ni un minuto más ni un minuto menos ¡qué casualidad!
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