lunes, 8 de septiembre de 2008

CASUALIDADES DE LA VIDA

Érase que se era una niña anclada a una familia numerosa. Sus tardes de domingo las pasaba en casa de su abuelo, abuelito gallinita clueca, que con sus pajaritas de papel arropaba a todas sus crías bajo sus alas, aunque él ya había levantado el vuelo dejando una estela de letras de papel a su paso. Aquella seguía siendo la casa del abuelo a pesar de que él ya no la habitase. A empujones todos buscaban un sitio en los tresillos del salón: sus tías, sus numerosos primos y la inolvidable Rafaela, abuela suplente del cariño de la otra, la de sangre, que murió joven y que desde un cuadro que presidía la sala veía pasar la vida que no vivió.
Entre pipas, risas, charlas e historias pasaban ociosas y gozosas las tardes del domingo. Al grito de "quien fue a Sevilla perdió su silla" se quitaban el asiento unos a otros y el bullicio infantil lo llenaba todo, peleando por leer el TBO tirados en la alfombra y derramando el colacao sin que Rafaela perdiera su sonrisa. Pero pasaron los años con su inexorable ritmo y su tic tac fue apagando risas y vidas, y ahuyentando a los polluelos lejos de aquel nido. Esas paredes también acogieron el duelo y las lágrimas al despedir a Rafaela, que se fue donde no se vuelve aunque siempre será la abuela que no tuvo la niña, abuela también de un sinfín de chiquillos que no eran de su familia. Rafaela, vestida de negro hasta su muerte, por un novio que perdió en la guerra, pero siempre brillando con luz propia.
La niña se hizo mayor y fue madre también, pasando ya sus tardes de domingo en el sillón de su propia casa, a empujones también peleando por su sitio. La casa se fue quedando vacía y sus tías buscaron otro hogar que ya no sería la casa del abuelo.

Y las cuatro paredes escucharon las voces de otra familia. Quizás olvidaron las nuestras. Quizás no.

Y ahora, me entero, casualidades de la vida, que esas cuatro paredes tan llenas de mi pasado van a alojar a otra familia más políglota y viajera, quizás no tan numerosa pero no por eso menos alegre, y se llenarán de la vida que trae en sus alforjas aquella niña que nosotras siempre recordaremos mirándonos sonriente con sus trenzas rubias -hoy es una mujer de cabellera rizada- y apretando bien fuerte la mano de su hermana pequeña, una Carmina de ojos enfurruñaos y bote de colonia en mano. Nuestra Pililebe.

Casualidades de la vida. ¿Habrá casas en Sevilla?

Espero que esas cuatro paredes le den la suerte que le dieron a la niña, y se porten tan bien como con su familia. Las casas no están hechas sólo de ladrillos y cemento y quizás vuestros brochazos de hoy estén tapando algún borroncito de la niña... ya sabéis que yo con un lápiz en la mano soy tremenda. Pero seguro que no se ha borrado, por muchos brochazos que déis, la felicidad que dejamos en aquellas tardes dominicales. Y todo se pega.
Y colorín colorado, la vida de Rosa en Sevilla ha empezado.
Bienvenida, Rosa. Enhorabuena, Pililebe. Ya no tendrás que coger un avión para buscar su mano. Iberia saldrá perdiendo, pero ¿a quién le importa Iberia?

6 comentarios:

Pilar dijo...

Gracias Xristi. Yo también te quiero.

Marga dijo...

Ea, pues yo os quiero a las dos.

Cristina dijo...

No esperaba que mi entrada os provocase este brote de amor ¡jolines!!!

Cristina dijo...

¡qué minimalismo expresivo, hijas!, ¡menos mal que os conozco a las dos!

Pilar dijo...

Xristi, tú sabes bien ke, muy frecuentemente, pocas palabras dicen mucho más ke grandes verborreas. Ya yo ablé con el chat y le expliké

Cristina dijo...

hija, que es bromaaaaaa ¿po tú no sabes que yo soy de las pocas que todos los días hablo un ratito con el chat??? era por picaros, picaronas...