lunes, 6 de octubre de 2008

HOY... PASEAMOS POR SEVILLA

Sábado 4 de octubre.
Por fin llegó el gran día, y con los nervios a flor de piel, a las 11 ya estaba listo el cuarteto de bienvenida, rosas amarillas en mano y con una carta con letra femenina azul pálido con una petición al más puro estilo de Vera, en espera del microbús que las traía tras la obligada parada en Monesterio para meterse entre pecho y espalda un bocata de jamón.
La primera en llegar fue Pilar Bacas, que se había adelantado al pelotón, viniendo un día antes. Un poco más tarde vimos una jauría femenina arrastrando maletas por el centro de la Alameda de Hércules. No cabía duda, eran ellas. Nos levantamos casi sin pagar los cafés con los que estábamos intentando espabilarnos y fuimos a su encuentro. Una algarabía llenó la mañana, más propia de quinceañeras que de las señoras de edad madura en las que nos encontramos. Besos por aquí, besos por allá y una sensación general de reencuentro con amigas de toda la vida.

Al asalto entramos en el hotel. Y llenamos la Sacristía de Santa Ana de risas, fotos y charlas. Las habitaciones no estaban preparadas pero el amable recepcionista, quizás temeroso de las represalias de tanta mujer junta, les facilitó dos para que se acicalasen, momento que aprovechamos todas para colarnos en ellas, cotillear de la decoración y, como no, hacernos fotos como si fuésemos un grupo de niponas procedentes del mismo Tokio. Las sevillanas también fueron llegando poco a poco.

Por fin todas estuvimos listas para comenzar la visita a la ciudad, que brillaba como tomando literalmente las palabras de Franz Werfel en el libro elegido para nuestro encuentro "el mundo se presentaba como un tibio día de octubre que, por una especie de caprichoso ardor juvenil, parecía un día de abril".

Bajo la atenta mirada de Hércules y Julio César empezamos a leer el texto que llevábamos preparado, una escueta guía preparada a la carrera de lo que íbamos a ver. Y que pongo aquí a petición popular:

ALAMEDA DE HÉRCULES
El hotel Sacristía Santa Ana se encuentra en lo que eran unos terrenos pantanosos, anegados por las frecuentes subidas del río Guadalquivir, y que luego, domesticadas las aguas, se urbanizaron con árboles frondosos y bellas fuentes. Estaba rodeado de álamos, lo que le da su nombre.

Uno de sus extremos está presidido por dos columnas sacadas de un templo romano dedicado a Hércules y encontrados durante unas excavaciones. Sobre ellas se colocaron dos esculturas de Julio César (restaurador de Híspalis) y Hércules (fundador de la ciudad). En el otro extremo, en la segunda mitad del siglo XVIII, se colocaron otras columnas rematadas con leones y escudos representando a España y Sevilla.


Sección Karmele Marchante: hasta hace no mucho tiempo, era el “lupanar” de Sevilla, donde se daba cita lo mejor de cada casa.
El Palacete rosa que veréis cerca del hotel es la llamada Casa de las Sirenas, del siglo XIX, hoy edificio municipal utilizado como Centro Cívico.
En las cercanías de la Alameda, en la calle Conde de Barajas, se encuentra la que fue vivienda durante una temporada del escritor romántico Gustavo Adolfo Bécquer.


PLAZA DEL DUQUE
Conocida desde el siglo XVI como plaza del Duque de Medina-Sidonia, por encontrarse allí su palacio. El espacio central está presidido por la estatua de Velázquez, obra del escultor Susillo, que fue colocada en 1892 sobre un pedestal del arquitecto Juan Talavera.
Sección Karmele Marchante: es aquí donde se encuentra el Corte Inglés, para las adictas a las compras.

PLAZA DE LA CAMPANA
Su nombre viene de que allí había un almacén municipal, dotado con servicio para sofocar incendios. En caso de alerta, se hacía sonar una campana para movilizar a los operarios y vecinos.
Sección Karmele Marchante: no os vayáis sin tomaros algo en la pastelería La Campana, y si no, compraros unos zapatitos de Pilar Burgos (¿eh, Emma?).

CALLE SIERPES
Desde el siglo XV y por motivos inciertos, la calle fue bautizada con el nombre de calle de la Sierpe, y más tarde, hasta la actualidad, como calle Sierpes. Hay muchas hipótesis y leyendas que tratan de explicar su nombre; unos dicen que es por su serpenteante forma, aunque hay narraciones que más parecen cuentos infantiles. Algunos historiadores consideran que proviene de la Cruz de la Cerrajería (hoy día en la Plaza de Santa Cruz, que luego veremos, pero que estuvo instalada hasta 1840 en la confluencia de Sierpes con la calle Rioja), que en otro tiempo era conocida como la Cruz de las Sierpes, o serpientes. Otra teoría es que proviene de un supuesto caballero llamado Don Álvaro Gil de las Sierpes, que tenía su residencia en esta calle. Una leyenda cuenta que en aquellos años una serpiente enorme que habitaba sus alcantarillas era la devoradora de muchos niños que desaparecían. En un principio les echaron las culpas a los judíos y sus prácticas sacrílegas, hasta que cierto día un esclavo que ansiaba la libertad dijo que conocía la causa de las desapariciones, pero sólo lo diría si a cambio le concedían la libertad, cosa que se le prometió, por lo que les condujo a una alcantarilla cercana a la Cárcel Real donde mostró los restos de una inmensa serpiente muerta rodeada de cuerpos y esqueletos infantiles.
Al final de la calle se encontraba la Cárcel Real de Sevilla, donde llegó a ocupar una celda (como preso) Miguel de Cervantes por el año 1594.

Hoy es una bulliciosa calle comercial.

AYUNTAMIENTO
Desde la Reconquista de Sevilla por el rey San Fernando, el Cabildo Municipal, formado por los Caballeros Veinticuatro (uno por cada collación o barrio que tenía Sevilla) y por los Jurados, se reunía en el Corral de los Olmos, al pie de la Giralda, bajo la hornacina de la Virgen de los Olmos (Plaza Virgen de los Reyes). Al enriquecerse Sevilla en el siglo XVI con el comercio con las Indias, ya no era decoroso un Corral tan pobre para una tan rica ciudad, por lo que se determinó construir un gran Palacio Consistorial en la Plaza de San Francisco. En 1527 inició las obras el arquitecto Diego de Riaño. El estilo es renacentista y puede considerarse uno de los más extraordinarios monumentos de España en su estilo, aunque aún no está terminado de labrar su exhorno exterior.
La fachada a la Plaza de San Francisco nos presenta puertas y ventanales adornados con medallones de personajes mitológicos e históricos. Las pilastras se decoran con ramos florales y grotescos.


A un lado del edificio está el Arquillo que comunica la Plaza de San Francisco con la Plaza Nueva, está flanqueado, a media altura, por dos hornacinas con estatuas, una de Hércules (navegante fenicio y luego considerado dios mitológico) a quien se atribuye la fundación de la ciudad de Sevilla, y otra de Julio César, que restauró y amuralló la ciudad. Ambos figuran en este lugar de honor al ser considerados como los Padres de la Patria Hispalense. La fachada del Ayuntamiento que da a la Plaza Nueva es moderna, y de escaso interés arquitectónico.
Sección Karmele Marchante: dice la tradición que hay que pasar por el arquillo sin hablar para poder casarte, así que si alguna se encuentra por la labor, ya sabe.

AVENIDA DE LA CONSTITUCIÓN
Surge con vocación de vía principal no sólo por desembocar en las Casas Consistoriales, sino para enlazar el monumento principal de Sevilla, la Catedral. A esto se añade la construcción de la antigua lonja de mercaderes (Archivo de Indias), erigida entre 1583 y 1598, y la primitiva Casa de la Moneda. El estilo arquitectónico está vinculado al regionalismo predominante del s. XX. En la acera de los pares, a la altura del primer tramo o antigua Génova, permanecen muchas de las obras llevadas a cabo entre 1912 y 1917 por arquitectos significativos del regionalismo, como Aníbal González y José Espiau.

Por allí pasamos todas entre las fotos del autor del cartel de la Bienal de Flamenco de este año, Ruvén Afanador, unas fotos que recuerdan los personajes de las películas de Fellini, son todas flamencas con unos maquillajes muy marcados.

CATEDRAL
Es la catedral gótica más grande del mundo, y el tercer templo en cuanto a tamaño tras la Basílica de San Pedro del Vaticano en Roma, y San Pablo en Londres. Su construcción se inicia en 1401 sobre la antigua Mezquita Aljama de Sevilla.
"Hagamos una Iglesia que los que la vieren labrada nos tengan por locos";
así tradujo el pueblo lo que habían decidido en sus reuniones los canónigos de Sevilla en 1401. Estaban dando a luz, sin saberlo del todo, esta maravilla que hoy contemplamos y cuya historia resulta sorprendente.
Posee cinco naves, que se distribuyen con perfecta orientación musulmana, mirando hacia Levante. El aspecto más controvertido es que no cuenta con una cabecera en el sentido gótico habitual en forma de ábside sin girola, ya que su planta es un perfecto rectángulo que se corresponde milimétricamente con la de la alhama, de la que heredó, también, la insólita disposición de las puertas.

De las tres puertas que dan a la Avenida de la Constitución, las dos laterales son las más puramente góticas, son la del Nacimiento y la del Baptisterio, adornadas con estatuas de barro cocido realizadas por Lorenzo Mercadante de Bretaña. Presentan la frontalidad y el solemne hieratismo propios del gótico, pero, al ser la Catedral de una época muy avanzada del gótico, tienen una expresividad y una atención al detalle realista que anuncia ya el Renacimiento.

CALLE ALEMANES
En la edad media estaban asentados en ella los mercaderes de origen alemán. También fue llamada "calle de las gradas". Fueron un importante centro comercial, al estar situada entre la antigua alcaicería mayor de la ciudad, el Cabildo o Ayuntamiento de la ciudad (en el cercano Corral de los Olmos) y el puerto.
Perdió cierta importancia en el siglo XV, al mudarse el Cabildo al actual edificio del Ayuntamiento en la Plaza de San Francisco y con la edificación de la Casa Lonja de Mercaderes, que concentró el comercio del puerto. Pero siguió siendo calle céntrica, comercial y con mucha vida picaresca, como bien refleja la literatura de la época (Cervantes en especial).

Aquí se encuentra la Puerta del Perdón, que da acceso al Patio de los Naranjos. Era la puerta principal de la mezquita mayor sevillana, de la que conserva su arco de herradura apuntado, típicamente almohade. Por su parte interior (la que da al patio) conserva su decoración musulmana con paños de sebka en la parte superior. Por fuera su decoración fue reformada en el siglo XVI por Michel Perrin, que añadió estatuas de San Pedro y San Pablo, de la Virgen y San Gabriel, y un relieve de Jesús expulsando a los Mercaderes del Templo (posiblemente una advertencia a los comerciantes que se reunían en las gradas catedralicias a hacer sus tratos). Mantiene también de la época almohade las hojas de la puerta, con magníficos aldabones de bronce que son una bella muestra de orfebrería árabe.

El Patio de los Naranjos es un espacio rectangular, a modo de patio interior, que actúa como claustro de la Catedral, y que era el patio de abluciones de la antigua mezquita mayor hispalense. Conocido como el Corral de los Naranjos desde comienzos del siglo XIV, su lado meridional lo ocupa el Flanco del Evangelio, que sustituyó la Sala de Oración de la alhama. Los lados de Levante y Septentrión corresponden al sahn de la misma y el de Poniente se corresponde con la fachada de la Epístola de la Parroquia del Sagrario.

PLAZA VIRGEN DE LOS REYES
Está rodeada de construcciones de marcado cariz religioso. El Convento de la Encarnación, de monjas agustinas, formaba parte del extinguido Hospital de Santa Marta, una fundación del Arcediano de Ecija Fernán Martínez, en 1385. Su pequeña iglesia presenta caracteres arquitectónicos medievales, que le prestan singular interés.

Al salir, nos acercamos a la cercana plazuela de Santa Marta, que posee la fascinación de lo pequeño, de lo íntimo. Es en realidad un capricho arquitectónico, ya que no comunica ninguna calle, es un espacio cuadrado presidido en el centro por un crucifijo de piedra. Allí Marga se fue en busca de alguien que nos hiciera una foto de grupo, y encontró a un amable turista (masculino) que con paciencia infinita nos hizo fotos con cinco o seis cámaras diferentes.


La gallarda silueta del Palacio Arzobispal, aloja al Prelado de Sevilla. Traspasando su movida portada tardobarroca, obra de Lorenzo Fernández de Figueroa y Diego Antonio Díaz en los primeros años del siglo XVIII, hay dos bellos patios manieristas.
La evolución entre gótico y renacimiento da un paso más en las dos puertas de la Catedral que dan a la Plaza de la Virgen de los Reyes: la de los Palos y la de las Campanillas, la forma ojival, con tímpano, es gótica, pero su decoración escultórica, de Michel Perrin, es ya netamente renacentista. Los relieves de los tímpanos (la Entrada en Jerusalén en la Puerta de las Campanillas; la Adoración de los Magos en la Puerta de los Palos), presentan un buen efecto de perspectiva, una composición muy dinámica y figuras de modelado naturalista.

Pero lo más relevante en esta plaza es la verdadera enseña de Sevilla, la Giralda, que a pesar de su autonomía, ejerce la función de torre y de campanario de la Catedral de Sevilla. Patrimonio de la Humanidad desde 1987, no sólo destaca por su ubicación e historia, también debemos subrayar su factura arquitectónica, su función a lo largo de los siglos y su significado dentro del casco antiguo de la ciudad. Su base cuadrada se sitúa a 7,12 metros sobre el nivel del mar, teniendo 13,61 metros de lado y una altura de 104,06 metros.
Fue construida en su base a imagen y semejanza del alminar de la mezquita Kutubia de Marrakech (Marruecos), También se la considera hermana de la gran Torre Hasan de Rabat, de sesenta metros.

El cuerpo musulmán de la torre fue erigido para conmemorar la victoria almohade en la batalla de Alarcos en 1184, por orden del califa Abu Yaqub Yusuf. A raíz de un terremoto ocurrido en 1365 se perdió la antigua esfera original de cobre que coronaba la torre, que fue sustituida por un sencillo alminar. En el siglo XVI se añadió el cuerpo de campanas a cargo del arquitecto cordobés Hernán Ruiz, que además fue encargado por el cabildo catedralicio para que el nuevo cuerpo tuviera un remate en forma de estatua que representa la Fe. La estatua fue instalada en 1568 y es una estatua renacentista fundida en cobre. La palabra giralda proviene de girar y hace referencia a la "veleta de torre que tiene figura humana o de animal". Con el paso del tiempo, ese nombre pasó a denominar a la torre en su conjunto, comenzándose a conocer a la figura que la corona como el Giraldillo. Su nombre real es Triunfo (o Coloso) de la Fe Victoriosa. También se le llama erróneamente Santa Juana. La estatua, de más de 3, 5 metros de altura pesa 128 kilos.

Aquí, por un malentendido, se separó el grupo, y unas seguimos con el recorrido sin el papel que explicaba los datos históricos, por lo que la afónica guía tuvo que hurgar en su memoria para explicar lo que íbamos viendo.

PLAZA TRIUNFO
Situada en el eje de un conjunto de edificios declarados Patrimonio de la Humanidad en 1987: el Archivo General de Indias, los Reales Alcázares de Sevilla y la Catedral de Sevilla. Su nombre se debe a un templete de estilo barroco situado al costado del Archivo de Indias, llamado Triunfo, con una imagen de la Virgen y el Niño en su interior, y construido en el año 1757 en conmemoración y agradecimiento por no haber sufrido desgracias personales en el terremoto de Lisboa de 1755, ese seismo derrumbó parte de la Catedral, donde se estaban celebrando los oficios del día de Todos los Santos, que se continuaron en el exterior, justamente donde se encuentra el Triunfo.

En el centro se encuentra un monumento dedicado a la Inmaculada Concepción, de Lorenzo Coullaut Valera (1918).

En el siglo XV esta plaza se conocía con el nombre de Plaza de los Cantos debido a que era el lugar de acopio de los cantos y sillares para la construcción de la Catedral que se estaba ejecutando durante todo este siglo. Así mismo durante los siglos posteriores se le denominaba como Plaza del Hospital del Rey.

Hay tres puertas de la Catedral realizadas en el siglo XIX, en estilo neogótico: la de San Cristóbal, desnuda de decoración escultórica, que da a la Plaza del Triunfo; la de la Concepción, que comunica el Patio de los Naranjos con el interior del templo; y la de la Asunción, al pie del templo, situada entre las ya aludidas puertas del Baptisterio y del Nacimiento, debe su nombre al relieve de su tímpano, realizado por Ricardo Bellver en el siglo XIX, con un estilo arcaizante y de formas rotundas (curiosamente, el material usado en ese relieve es el cemento). También se le llama Puerta de Reyes y Arzobispos, puesto que por ella, tradicionalmente, entraban los reyes en sus visitas al templo, y los arzobispos de Sevilla en la ceremonia en que tomaban posesión de su cargo.

ARCHIVO DE INDIAS
Se creó en 1785 por deseo del rey Carlos III de centralizar en un único lugar la documentación referente a las colonias españolas, hasta entonces dispersa en diversos archivos: Simancas, Cádiz y Sevilla. El responsable del proyecto fue José de Gálvez y Gallardo, secretario de Indias, encargándose el académico e historiador Juan Bautista Muñoz, cosmógrafo mayor de Indias, de su ejecución.
La Casa Lonja de Mercaderes de Sevilla, construida en época de Felipe II entre 1584 y 1598, por Juan de Mijares, sobre planos de Juan de Herrera, fue elegida como sede del archivo, tarea que desempeña hasta el día de hoy.

ALCÁZAR
Se utiliza como lugar de alojamiento de los miembros de la Casa Real o personalidades que visitan la ciudad. Se compone de diversos edificios de diferentes épocas. La fortificación original se construyó sobre un antiguo asentamiento romano, y más tarde visigodo. Posteriormente pasó a ser basílica paleocristiana (San Vicente Mártir), donde fuera enterrado San Isidoro. Constituyen el más importante edificio civil de Sevilla. Las murallas que lo rodean, y que pueden admirarse desde la plaza del Triunfo, datan de los primeros años del siglo X.
Los reyes cristianos, Alfonso X "El Sabio" y Pedro I "El Cruel" (llamado "El Justiciero" en Sevilla) contrataron moros artesanos para su construcción en el siglo XIV. El Palacio de Pedro I está considerado como el más completo ejemplo de la llamada arquitectura Mudéjar en España. No obstante, aún yacen algunos restos del anterior Palacio Islámico como el Patio del Yeso, de antes de la época de la Reconquista Cristiana.

PATIO DE BANDERAS
Su nombre se debe a que cuando llegaba algún rey, honrando su recibimiento se colocaban banderas en dicho lugar, aunque también puede ser debido a unas banderas ondeando al viento que en otros tiempos estaban pintadas al fresco sobre la puerta de acceso de la Plaza del Triunfo. Con forma de antiguo patio de vecinos, está ubicado dentro del entorno de los Reales Alcázares de Sevilla, tiene una extensión de 1441 m.
Es un lugar de paso, permitiendo el acceso tanto a la Plaza del Triunfo como al Barrio de Santa Cruz (antes judería), a través del callejón de la Judería, cercado por las altas murallas del Alcázar.

ARCO DE LA JUDERÍA
Daba acceso al barrio de la Judería. Cuando el rey Fernando III de Castilla conquista la ciudad, se concentró en Sevilla la segunda comunidad judía más importante de España, tras la de Toledo.

BARRIO DE SANTA CRUZ
Es un laberinto formado por estrechas calles y callejones para librarse del abrasador sol del verano sevillano, creando corrientes de aire fresco, que terminan en plazas.

Atravesamos la reja que antaño separaba y cerraba el barrio judío, para desembocar en el callejón del Agua, paralelo a las murallas, y por el que se traía el agua hacia los Reales Alcázares, y que también fue hospedaje del escritor Washington Irving, como recuerda una placa hecha por Mariano Benlliure. Saliendo de este callejón nos topamos con los preciosos Jardines de Murillo, otro lugar con encanto de Sevilla.

LA LEYENDA DE SUSONA, la fermosa hembra
Cerca del patio de Banderas y desembocando en la Plaza de Doña Elvira se encontraba la antigua calle de la Muerte, ahora calle Susona. Llama la atención un azulejo un poco macabro, en el que aparece una calavera con un nombre escrito debajo.

Antiguamente en Sevilla convivían tres grandes religiones, la cristiana, musulmana y la judía. Sevilla tenía una importante colonia hebrea, especialmente cuando destruido el califato, muchas familias de Córdoba la eligieron como nuevo refugio al principio del siglo XI. Esta judería permanecería hasta que fueron expulsados los últimos judíos por los Reyes Católicos. Los judíos eran grandes comerciantes, dedicados también al manejo del dinero. Principalmente esto y la diferencia de creencias hacían que fuesen personas no queridas por los cristianos, que empezaron una campaña contra ellos.
En 1481 empezó a fraguarse un complot por parte de los judíos, como represalias al trato sufrido de parte de los cristianos, porque un siglo antes se produjo una gran matanza, con cerca de 4.000 judíos muertos. Los judíos intentaban, mediante el citado complot, hacerse con el control de la ciudad, y buscaron el apoyo morisco.
El lugar elegido para la reunión fue la casa de Diego Susón judío converso, cabecilla de la revuelta, que vivía con su hija Susana Ben Susón, conocida en la ciudad como “la fermosa fembra”. La judía recibía tantos halagos de sus vecinos que le hizo soñar con alcanzar un puesto en la vida social de la ciudad y comenzó a verse con un hidalgo cristiano de Sevilla.
Un día, mientras esperaba que todos se acostasen en su casa para ir al encuentro de su amante, se enteró de la conspiración que tramaban los suyos con su padre a la cabeza, en la cual pensaban atacar a los principales caballeros de la ciudad. Temiendo que le pasase algo a su amado, Susona le advirtió del peligro que corría, para que pudiese ponerse a salvo. No se dio cuenta que con ello ponía en peligro a toda la colonia judía de Sevilla. Su amante puso la rebelión a oídos del asistente de la ciudad, Don Diego de Merlo, que se personó en la judería para acabar con la rebelión y detener a los cabecillas. Entre ellos se encontraba Diego Susón. Detuvieron a los judíos y se lo llevaron a la cárcel, donde permanecieron unos pocos días y después fueron ahorcarlos en Tablada.
Repudiada por los suyos por ser la causante de la muerte de su propia gente, y tras caer en la cuenta de su grave error, la Susona, desesperada, busca ayuda en la Catedral donde le dan la confesión y el bautismo.

Su amante no quiso saber nada de ella después de lo sucedido, y abandonada por todos la bella Susona buscó consuelo y refugio en un convento de clausura de la ciudad, en el que terminó sus días, muy apenada por ser la responsable de la muerte de su propio padre. En su testamento dejó escrito: “Y para que sirva de ejemplo a los jóvenes en testimonio de mi desdicha, mando que cuando haya muerto separen mi cabeza de mi cuerpo y la pongan sujeta en un clavo sobre la puerta de mi casa, y quede allí para siempre jamás”. Se hizo su voluntad y tras su muerte, y hasta bien entrado el 1600, permaneció allí su cabeza, y por este macabro motivo fue llamada calle de la muerte.
Tiempo después se colocó un azulejo con una calavera y se cambió el nombre de la calle por Susona. Los datos mencionados en esta leyenda son rigurosamente ciertos y se conservan los nombres de los participantes en la reunión y las frases que mencionó Diego Susón al ir al patíbulo.

Tras tan macabra historia desembocamos en la Plaza de doña Elvira, elegante con sus azulejos y naranjos y una fuente y arriates con asientos de ladrillos y azulejos, aunque actualmente los veladores de los restaurantes turísticos no dejan disfrutar de su encanto. Antiguamente se utilizaba como Corral de Comedias, y se rumorea que en ella nació el amor imposible de Don Juan Tenorio con la mítica Doña Inés de Ulloa.

En la plaza de los Venerables, llena de tascas y terrazas, que toma su nombre del antiguo Hospital para Venerables Sacerdotes se volvieron a unir los dos grupos. Según las habladurías, en esta plaza nació Don Juan Tenorio y hay una taberna muy antigua, la Hostería del Laurel, donde se dice que iba antes de sus correrías en por de doña Inés. Por la estrecha callejuela que lleva a la calle Murillo, en una recoleta placita nos metimos en un bar a refrescar nuestras gargantas. El camarero preguntó que dónde estaban los maridos y Marga-Cáceres le dijo: "no, nosotras somos de un congreso de solteras".


Las carcajadas del grupo fueron llenando de eco las calles que nos llevaban a la Plaza de Santa Cruz, donde se encuentra la cruz de forja del siglo XVII que dió nombre a la calle Sierpres, que marca la antigua parroquia mudéjar de Santa Cruz; y más tarde le hicimos una reverencia a Don Juan Tenorio, que gallardo, sobre su pedestal esperaba nuestra llegada en la Plaza de Refinadores.
Pasamos por la Plaza de las Cruces, pequeña y con tres columnas terminadas en cruces; de allí fuimos ya a la calle Santa María la Blanca.

IGLESIA SANTA MARÍA LA BLANCA
Antigua Sinagoga judía edificada en el siglo XIII. En 1391 es transformada en iglesia cristiana, volviéndose a reconstruir a mediados del siglo XVII. Es uno de los conjuntos más deslumbrantes de la arquitectura andaluza del primer barroco. Su planta, de simple planteamiento, adquiere un dinamismo tensional y una riqueza cromática típicamente barrocos gracias a las yeserías de turgentes volúmenes y las pinturas murales que decoran el interior de la iglesia. El templo presenta planta rectangular.
Toda la superficie de las bóvedas, cúpula e intradós de los arcos se hallan repletas de una profusa y volumétrica decoración de yeserías con motivos geométricos, vegetales y figurativos, que, junto con las pinturas murales, que siguen la secuencia de las yeserías, dan movimiento a una planta ortogonal y sin dinamismo.
La iglesia presenta al exterior dos fachadas de reducidas dimensiones. La principal, hacia la calle Santa María la Blanca, se desarrolla en forma de torre-fachada. Consta, en parte inferior, de un arco apuntado abocinado. La rosca del mismo se decora a base de puntas de diamantes labradas en piedra. En la parte superior se distinguen tres cuerpos: El primero presenta dos vanos de medio punto, sin ninguna decoración; en el siguiente se sitúa el campanario, con dos vanos de medio punto enmarcados por pilastras y rematado por un frontón partido; por último, se sitúa un pequeño campanario compuesto por un vano de medio punto enmarcado por pilastras y coronado por remates cerámicos y una cruz-veleta.

Y como no sólo de visitas culturales viven las fermosas hembras, ya teníamos preparada una larga mesa en Carmela, el bar de May Amián, que fue tan amable de adaptarse a nuestra caótica organización y preparar una comida sin saber si éramos 15 ó 22, si llegábamos a las 2 o a las 3, y que nos recibió con una guirnalda de flores a modo de diadema, original y vital como es ella, y feliz de dar de comer a tanta hambrienta. Y allí, entre platos con nombres tan originales como su cocinera, engullimos a TomCruis, milhojas de calabacines y salmorejos sin parar de hablar ¿cómo es posible eso? ¿no tenéis agujetas en la mandíbula?

1 comentario:

Marga dijo...

Parece que soy la primera en escribir un comentario, supongo que será porque nos hemos quedado sin palabras.....
Maravilloso el encuentro, las rosas, la carta, el hotel, el primer paseo, la comida, la cena, el segundo paseo, pero sobre todo vosotras, todas, con algunas he coincidido más (María-Sur, eres estupenda!!!!) y otras menos, pero espero conoceros más en Llerena, ya está en marcha.....