jueves, 24 de abril de 2008

VISITA AL TALLER DE JESÚS TEJEDOR

Cristina me ha sugerido que comente la visita que hicimos ayer al taller de Jesús Tejedor, y yo a mi Cristina no le puedo decir que no a casi nada, aunque pienso que ella con sus conocimientos puede aclarar más la parte técnica, porque yo me pierdo un poco en los términos de serigrafía, plancha, ácidos, litografía etc, etc... pero sí os voy a contar mis impresiones de esa tarde, que comenzó el día 23 de abril a las 19 horas en la puerta del Museo de Bellas Artes, bajo un cartel hecho por Cristina, de una actividad llamada "el sonido de un cuadro", claro, como su padre era el pintor de los silencios...

Fuimos Mª Mar, Pepa, Ángela, Cristina, Marga y yo, María Norte, y lo cierto es que fue una tarde mágica. El taller estaba en una casa antigua, con patio andaluz, fresquito, bastante destartalado entre otras razones porque las obras de la casa de al lado le han hecho grietas. Y las macetas, agonizantes, daban un aire de pronta despedida.

Lo más impactante fue la generosidad del artista, que nos explicó y nos enseñó todo con una paciencia tremenda, respondiendo a todas nuestras preguntas. Primero cogió una placa de cobre donde había grabado un alumno una figura mitológica, le echó tinta, y después fue poco a poco limpiándola con una tela especial, llamada "Tarlatana". Cuando ya había quitado gran parte siguió limpiándola con la mano, porque nos explicó que no hay nada como el contacto directo con el material para sentir dónde sobraba o faltaba tinta. Parecía que estaba acariciando la pieza con esas manos negras, que nosotras curiosas y prosaicas le preguntamos con qué se las limpiaba y nos contestó tan tranquilamente "pues con jabón y un estropajo viejo". "Un peeling, vamos", dijo Pepa. Luego se echó en las manos unos polvos que tienen el bonito nombre de "blanco de España" (y que luego no es más que tiza) para secarse la tinta de las manos y no emborronar la plancha.
A continuación puso un papel especial a remojo durante diez minutos, lo sacó y lo colocó entre otros dos papeles secantes, poniéndolo sobre la plancha en una plantilla que marcaba el tamaño de plancha y papel. Entonces hizo girar un rodillo enorme, que manejaba como si fuera el timón de un barco: el tórculo. Y ¡oh milagro!! la plancha se convirtió en un dibujo hecho con las hendiduras que había en la plancha, también por el revés del papel se veía la huella del dibujo.

Nos comentó que cuando compráramos algún grabado con una edición limitada los mejores eran los del medio (si pone 1/100, comprar el que se acerque más al 50). Enseñó obras de sus alumnos y de él con diferentes técnicas, que fue explicando para que entendiéramos el proceso: parafina, litografía, etc, etc.

Nos enseñó catálogos de exposiciones suyas. En una obra, llamada "Archivado", aparecía un objeto, que a mí me pareció el pomo de una puerta, pero era... un ex libris precioso fabricado por él con... un perchero!, precioso, nos lo trajo nos lo dejó tocar y probar, venía en una cajita preciosa fabricada también por él con forro y todo, nos reomendó limpiar siempre los sellos antes de guardarlos.
Cristina contó que su primer exlibris se lo regaló Jesús con un diseño suyo. Una ventana gótica tras cuyas columnas aparecen sus iniciales.

Me sorprendió también la atmósfera del sitio, había cosas como viejas, como sucias, pero todo en un perfecto orden, los papeles perfectamente resguardados, los pinceles en botes hasta de papilla, las carpetas de sus alumnos perfectamente colocadas, con sus nombres puestos.

Al salir también nos enseñó un papel muy especial hecho a mano, que venía no me acuerdo de donde pero lejísimos, y lo acariciaba como si fuera un tesoro, que seguramente lo sea. Medía tres metros y estaba hecho de una pieza. Nos enseñó a sentir el tacto de diferentes papeles, y su importancia dentro de su trabajo.

Vimos también sus esculturas en piedra, y sin darnos cuenta se nos había echado la hora encima, y fuimos con su mujer y su hijo a tomar una cervecita y unos caracoles, deprisita porque no llegabamos a la cita de la cena.

Os lo he expuesto a mi manera pero lo que quiero que sintáis es lo que yo sentí, tenía la sensación de estar en un terreno reservado sólo para unos pocos elegidos, no es fácil poder colarse en el santa-sanctorum de un artista y que además, nos regale su tiempo, sus conocimientos, su maestría con tanta humildad y tan generosamente. Pienso que a una exposición puede ir cualquiera y yo soy una de las afortunadas que he estado en "la cocina" de un artista.

Gracias Cristina. Gracias Jesús

María-Norte.

P.D. Os recuerdo el enlace a su página web: www.jesustejedor.com, donde podréis curiosear sobre su vida y su obra y de donde Cristina ha pirateado las fotos que ilustran esta entrada (perdón a Jesús, espero que no nos cobre derechos de autor). Cuando nuestra fotógrafa oficial, que se quedó sin pilas enmedio de la visita, nos pase las fotos, las incluiremos también.

3 comentarios:

Cristina dijo...

Gracias, María. Te pedí que lo hicieras tú porque yo no soy objetiva. Ya te he añadido las palabras que tú no recordabas y "algún añadido" más.

Yo disfruté muchísimo, aprendí de él y volví a sentir algo que había olvidado: el aire es especial en los sitios donde el arte impregna las paredes, cada mancha es la huella de una obra que ha unido la mente y las manos del artista. Esas manchas y ese desorden ordenado los conozco desde niña, pero cuando desaparece el artista, el espacio deja de tenerlo y se convierte en un lugar anodino, se le ha ido el alma. Ayer volví a sentir el aroma del arte. Gracias a Jesús por dejarme hacerlo.

pepa dijo...

Yo disfrute una barbaridad y aprendí muchísimo y bueno cristina que kieres q te diga¡ que "la maria-norte" lo ha hecho muy bien...ten cuidado que te kita el puesto...besos

Maria-Norte dijo...

Ni a la suela de los zapatos, le llego yó a nuestra blogmaster, ¿ tú crees que yo solita me acordaba de que en el nombre de la tela esa con que limpiaba era "tarlatana"?, pués así con otras cosas, pero ella lo ha dejado bonito, bonito, con fotos y tó.
Efectivamente, fué una gran experiencia.
Un beso